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Por Carlos del Frade
(APe).- 583 kilos de cocaína fueron secuestrados sobre la ruta 9, en Córdoba, el 23 de octubre pasado. Le pertenecían a Claudio “Piturro” Andrada, calificado como “uno de los mayores transportistas y distribuidores a gran escala de sustancias estupefacientes a nivel interno de la República Argentina”, sostuvo la jueza federal de San Isidro, Sandra Arroyo Salgado. Piturro viene en el negocio desde 1996, por lo menos, de acuerdo a los archivos judiciales.
Para la funcionaria, hay “connivencia –sea por acción o por omisión- de operadores de distintas estructuras estatales, aspecto a la fecha no determinado pero sobre el que habría que ahondarse. La verosimilitud de dicha convicción descansa en la impunidad con que la organización desarrolló el tráfico de estupefacientes a gran escala en forma sostenida en el tiempo, con inusitada libertad de circulación a través de diversas jurisdicciones provinciales, de acceso a recursos –incluso ilegales- al servicio de la empresa criminal”, agregó la juez Arroyo Salgado.
El recorrido de la cocaína arrancaba en Bolivia y seguía en avioneta hasta la provincia de Salta y desde allí, en camión, atravesaba Santiago del Estero, Córdoba, Santa Fe y terminaba en el conurbano bonaerense aunque se vendía en Capital Federal.
La noticia fue presentada como “la ruta secreta de la cocaína del mayor narco argentino”, sin embargo hay una historia política de la primera llegada a gran escala de la sustancia blanca al territorio nacional.
Una crónica que hunde sus raíces en el terrorismo de estado y tiene como principal beneficiario al entonces comandante del Segundo Cuerpo de Ejército, Leopoldo Fortunato Galtieri.
“El represor Gustavo Bueno detenido en Brasil reconoció en general ante la comitiva judicial rosarina, el contenido de su declaración ante el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) realizada en 1984, donde había relatado con claridad el funcionamiento del aparato represivo en la región.
Bueno señaló con crudeza el rol que tenía el jefe de inteligencia Oscar Pascual Guerrieri, a quien incluso ligó con el narcotráfico en una operación con Leopoldo Galtieri y el ex dictador boliviano Luis García Meza. Según Bueno, "Guerrieri es un psicópata, que llegó a incendiar un cabaret llamado a Rilke (en Rosario) donde murieron varias personas", y que lo hizo "por un tema de una mujer"”, sostiene la nota escrita por el periodista José Maggi, el domingo 13 de diciembre de 2009 en “Rosario/12”.
Bueno relató que "desde 1971 al 75 fui oficial de la policía provincial de Santa Fe, cuando fui convocado por el Segundo Cuerpo de Ejército para ejercer funciones de inteligencia en el Destacamento de Inteligencia 121". Inicialmente estuvo destinado a hacer inteligencia por el conflicto en el denominado "Teatro Operacional Sur en el preconflicto entre Argentina y Chile (por el canal de Beagle)". En 1977 hizo un curso de inteligencia que duro veinte semanas, en 78 estuvo siempre en Rosario, desde el 75 estuvo en el grupo de Actividades Especiales de Inteligencia (AEI), grupo integrado por el teniente coronel Oscar Pascual Guerrieri, el mayor Rubén Fariña, por el teniente primero Juan Daniel Amelong.
En un principio, dice Bueno, Oscar Guerrieri, anunció en una reunión al grupo AEI que el objetivo del mismo era combatir a Montoneros, pero que comenzó a tener conflictos con el grupo porque tenían "desvíos de conducta, en especial Guerrieri". Entre ellas que estaba involucrado con un oficial del ejército boliviano ligado al narcotráfico.
En sede policial Bueno declaró que "Guerrieri era un bandido, estaba ligado al tráfico de la cocaína, con los militares bolivianos (Luis) Arce Gómez y (Luis) García Meza, quienes tuvieron relaciones con (el general Leopoldo) Galtieri: quien les abría las fronteras para el libre tráfico de la cocaína por el norte, a cambio de enviar dinero". "Ese efectivo según Bueno fue usado por Galtieri para ser presidente de facto, sacando al general Viola del gobierno, internándolo en un hospital advirtiéndole que si se retiraba del allí era hombre muerto a cambio de lo cual los cocaleros tenían abiertas las fronteras del país". Según el ex agente de inteligencia también "el general panameño Manuel Noriega" estuvo involucrado en operaciones similares.
Ese es el origen político de la primera ruta de cocaína boliviana a la Argentina. Un negocio iniciado en la dictadura de los desaparecedores y que se continúa hasta el presente.
Fuentes: “Clarín”, domingo 17 de noviembre de 2013; “Narcomafias. La historia política del narcotráfico. De Galtieri a Tognoli”, del autor de esta crónica, Rosario, 2013.
Edición: 2573
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