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Por Alberto Morlachetti
(APe).- La antigua carretera ponía en comunicación al pasajero con la historia del barrio o la localidad que atravesaba. La autopista -quizás una vanidad del siglo XX- no conoce nada de todo esto, menos de esquinas afectuosas. Una autopista es igual a otra. Es una enorme cinta asfáltica con la mirada seca, la memoria borrada. Se tiene noticia de que se está en un punto sólo por los carteles indicadores. A sus lados aparecen señales que tratan de rescatar lo que en algún tiempo se encontró adherido al camino. La construcción de ellas en la Capital Federal en épocas de dictadura militar, fue una pesadilla que al acabar dejó el suelo de nuestra juventud repleto de cadáveres.
En la autopista no se establece contacto con las alegrías o dolores del pueblo que vive acurrucado, casi al alcance de las manos. Los ojos del peregrino desechan de un solo parpadeo las villas que crecen como gramilla y que imploran desde su miserable urbanidad.
La única encarnadura del viajero con la realidad son esos carteles que se suceden y que le hacen saber que se traslada. Pasa de un sitio a otro sin saber por dónde discurre. Su único poema son las líneas blancas, pacíficas, uniformes de la autovía. Al costado no hay jazmín del aire, sólo estaciones de servicio, una arquitectura que se repite hasta cansarnos, que se han convertido en verdaderas “casas de cultura”. En ellas se ofrecen mapas, postales, quesos, mermeladas, o símbolos de un lugar invisible.
Espacios que van sustituyendo “el sitio por la idea de paso, el concepto de paisaje por el de pasaje”. Los niños hambrientos que se multiplican en las orillas con sus manos extendidas al dios de las monedas, descubren que estos territorios se encuentran libres de responsabilidad o culpa.
Si le preguntáramos a los viajeros de la autopista Buenos Aires-La Plata dónde queda Villa Azul seguramente no sabrán donde se encuentra. Por ahí abajo, podríamos decir, por abajo de la línea de flotación de los derechos humanos más básicos, por debajo de las autopistas, de la visibilidad informativa, del interés gubernamental. Alejada de nuestras vidas.
Edición: 1488
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