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Por Néstor Sappietro
(APe).- La etiología, en el campo de la medicina, refiere al estudio de las causas de las enfermedades.
¿Qué le pasa?, ¿Desde cuándo?, ¿A qué lo adjudica?... Esas son las preguntas que según cuentan las enciclopedias hacen los médicos a sus pacientes desde los tiempos de Hipócrates.
Recién cuando se conoce la causa de una enfermedad es posible iniciar un tratamiento para curarla.
Todo esto que sucede en el campo de la medicina se nos ocurre pensarlo al leer la carátula del parte policial referida a la muerte de un pibe de 14 años que señala: “Muerte de etiología dudosa”.
La información señala que Maximiliano, el pibe de 14 años, “murió tras recibir un balazo de goma por parte de la policía y caer del techo de su vivienda en el barrio San Ignacio, de la ciudad de Córdoba. Su familia había llamado a la policía porque el adolescente estaba descontrolado, presumiblemente bajo el efecto de estupefacientes, y los había amenazado con un hierro y un tenedor”.
Hasta ese punto las versiones coinciden.
Es cierto que los padres del chico llamaron a la policía porque no podían contenerlo. Es cierto que estaba bajo la acción de estupefacientes. También es cierto que subió al techo con una varilla de hierro y un tenedor...
Los relatos toman distinto rumbo cuando la policía argumenta que“ante la negativa del adolescente de descender del techo y desistir de su actitud descontrolada, se efectuaron disparos al aire con postas de goma y algunas impactaron en la región abdominal”.
En cambio, la madre de Maximiliano cuenta la otra historia, la que habla del desprecio por la vida... “No trataron de hablar. Primero hicieron un tiro al aire, entonces Maxi se asustó, dejó el hierro e intentó bajar. Pero en ese momento le pegaron un tiro para matarlo. No hizo nada desde arriba y en el piso le dieron una patada para darlo vuelta. Además se lo llevaron esposado”.
El comisario Ángel Domínguez intenta salvaguardar el “buen nombre de la fuerza” declarando que “el menor amagaba atacar a los policías con el hierro, se efectúan disparos para que deje de hacerlo y cae con algunos perdigones en el abdomen”.
Sin embargo, los testimonios insisten en que el chico se había asustado después del tiro al aire, había soltado el hierro e intentaba bajar.
El ardid policial del “enfrentamiento”, en este caso resulta más inverosímil que de costumbre. Cuesta imaginar lo amenazante que puede resultar un chico de 14 años, bajo los efectos de estupefacientes, con un tenedor en la mano; cuando del otro lado hay balas esperándolo.
Maxi entró a la guardia ya muerto con una herida grave en la región del tórax y del abdomen.
La madre está segura que cuando se entregaba fue fusilado con un disparo a corta distancia. Está segura que tiraron a matar.
La carátula policial habla de muerte de etiología dudosa.
La etiología... la causa de una enfermedad.
¿Qué le pasa?, ¿Desde cuándo?, ¿A qué lo adjudica?...
Las fuerzas de seguridad en nuestro país están enfermas de intolerancia y arbitrariedad.
Los síntomas vienen desde hace tiempo, pero se agudizaron hace algo más de treinta años.
Podría adjudicarse a la impunidad, al encubrimiento, a la complicidad política...
La historia clínica está saturada de datos escritos con sangre. El diagnóstico lo confirman cada uno de los pibes que caen fusilados y cada una de las madres que en medio de la bronca, la impotencia y el dolor andan por las calles reclamando justicia.
Alguna buena vez habrá que iniciar el tratamiento.
Fuente de datos:
Diario Crítica de la Argentina 11-03-09
Edición: 1467
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