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Por Oscar Taffetani
(APe).- En la segunda posguerra, cuando la ingeniería del horror aplicada en Auschwitz mostró los efectos devastadores que puede tener esa Razón que desoye el suspiro de la criatura humana, un puñado de jóvenes sociólogos y arquitectos europeos nucleados en el Team 10 y en el Movimiento Situacionista se lanzaron a recuperar el eslabón humano perdido en algún punto de la civilización científico-técnica.
Se trataba, para decirlo en términos sencillos, de bajar a los profesionales y técnicos de cualquier altura irreal o no-humana a la que se hubieran subido.
Un alumno del Team 10, cuenta la leyenda, puesto a diseñar una plaza pública de Londres, decidió cubrir totalmente la superficie con una verde gramilla y esperar a que los mismos usuarios de esa plaza, con sus idas, sus vueltas y sus rutinas, fueran marcando los senderos.
Cumplida esa etapa, con la marcación que la vida real había hecho sobre el terreno, el urbanista terminó de diseñar la plaza.
Así como el musgo se extiende en la corteza del árbol que no es azotada por el viento; así como un aromo es capaz de crecer en la raja de una piedra (la imagen es de Don Ata), el pueblo construye incesante, sobre los bombardeos y las ruinas, sobre las políticas y planificaciones que le caen sobre sus espaldas, nuevas e insospechadas formas de la vida.
Gualeguaychú resiste
El pasado viernes 2 de enero tuvo lugar una reunión entre el gobernador de la provincia de Entre Ríos Sergio Uribarri y representantes de la Asamblea Ciudadana y Ambiental de Gualeguaychú.
Trasmitiendo las presiones políticas que recibe “desde arriba” (léase gobierno nacional) y acompañando al poderoso lobby mediático que busca neutralizar la protesta de Gualeguaychú, el Gobernador volvió a plantear la conveniencia de levantar el corte de la ruta 136, para evitar perjuicios a terceros (transportistas brasileños, receptores turísticos uruguayos, etcétera) y para “bajar un cambio” en la protesta ambiental.
La respuesta de la Asamblea fue que no sólo se mantendría el corte en Arroyo Verde, bastión de la resistencia, sino que está previsto cortar también este verano, de modo intermitente, los pasos hacia el Uruguay por Colón y Concordia.
Una sabia intuición, que tiene que ver con la lógica del conflicto, les dice a los asambleístas que si renuncian a ese símbolo de la lucha que es el campamento de Arroyo Verde, resignarán la pieza más importante en esta batalla.
Envenenada tinta (diría Guillén), como aquella que demonizaba a los mau-mau, a pedido de los colonos depredadores de África, se pregunta desde los diarios “¿qué buscan los asambleístas?”... “¿por qué son tan intransigentes?”...
Sin embargo, la verdaderamente intransigente es Botnia. La que no ha cedido un milímetro de terreno ni cambiado en lo más mínimo sus planes para convertir el río de los pájaros en una gran factoría de celulosa, es Botnia.
Hasta el informe de la consultora Eco Metrix encargado por la Corporación Financiera Internacional y el Banco Mundial (con la anuencia de Botnia y del gobierno uruguayo), reconoce que la planta de Fray Bentos, produciendo sólo 400 mil toneladas de pulpa, volcó en 180 días más de 5.000 toneladas de contaminantes en el río Uruguay.
Claro que la citada consultora canadiense, para evitar decir que Botnia contamina (porque alguien tiene que pagar su estudio ¿no?) se limita a consignar que la planta “cumple con los estándares”.
También cumplían con los estándares -pensamos- la planta de Pontevedra (Galicia), la del río Cruces (Valdivia) y aún la del golfo de Botnia, en Finlandia. Y cumpliendo con los estándares se extinguieron los cisnes de cuello negro en Valdivia. Cumpliendo con los estándares fueron envenenadas las aguas de la ría de Pontevedra. Cumpliendo con los estándares -valga la ironía- el gobierno de Finlandia apoyó la radicación de las pasteras “sucias” en países con escaso o nulo control ambiental.
Entonces: ¿qué es lo que esperan el gobernador Uriberri, la Casa Rosada, el Santo Tribunal de la Haya y la Reina de Corazones? ¿Que sea tarde para protestar? ¿Que sea tarde para reclamar por el derecho pisoteado? ¿Qué el daño en los ecosistemas del Uruguay se vuelva irreparable?
Lo que la Asamblea de Gualeguaychú emplea es simple y llano sentido común, ese sentido que parecen haber perdido los gobernantes, atrapados en la trama de los intereses económicos y la política menor.
Humanizar es la consigna
El Puente Internacional General San Martín, que une Gualeguaychú con Fray Bentos, no funciona. Qué le vamos a hacer. Se ha convertido en un muro. Un muro que expresa la tajante división entre dos mundos: el del sometimiento a los dictados del Capital, con sus pasteras y su máquina de depredar por un lado. Y el de la resistencia humana, humana y solidaria, por el otro.
A la vez, el corte de Arroyo Verde, con su campamento permanente de asambleístas, con las vecinas que se turnan para hacer guardia, con esos gurises que aprenden de modo práctico a luchar por las causas justas, se ha convertido en un puente. Un puente hacia el cambio de conciencia en la provincia, en la región, en el país.
El puente Gualeguaychú-Fray Bentos es hoy una barrera, infranqueable. Y la barrera de Arroyo Verde, con sus piquetes y sus fogatas, es un puente. Así están las cosas.
Hablábamos al principio del Team 10, de los arquitectos humanistas y de las plazas diseñadas por los paseantes. Aquellos jóvenes se propusieron humanizar una ciencia, un arte y una técnica extraviados, que se servían de la gente, pero que no le servían a la gente.
A su modo, los ambientalistas del río Uruguay, de una y otra orilla, hacen lo mismo: quieren gobiernos, empresas, ideas y proyectos que le sirvan a la gente, en lugar de servirse de la gente.
¿Son utópicos? ¿Desaforados, acaso? ¿O gente con sentido común?
Edición: 1415
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