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Por Carlos del Frade
(APE).- Alguna vez, en un país llamado Argentina, en pleno desarrollo del mercado interno, la discusión se sintetizaba en la consigna caramelos o acero. Para muchos, el impulso a los pequeños talleres metalmecánicos, la industria blanca vinculada a los bienes para el hogar, no implicaba el crecimiento del país, sino una especie de cosmética económica que solucionaba la dependencia con las grandes naciones del planeta.
Entonces el debate era elegir entre caramelos o la apuesta a las industrias de base, las pesadas, como el acero, la petrolera y la química.
De allí la consigna, caramelos o acero.
La historia del país avanzó a su manera, sangre y dinero, matar para robar, y el otrora menospreciado mercado interno se convirtió en una melancólica referencia que figuraba en el horizonte de aquello que debía recuperarse.
El acero, el petróleo y la química se malvendió, surgieron las privatizaciones y el sueño de las industrias de base quedó mutilado en el altar del mercado financiero.
No hubo más caramelos ni acero.
O, en todo caso, los caramelos y el acero les pertenecían a muy pocos, los siempre impunes delincuentes de guante blanco.
Pero a pesar del implacable paso del tiempo, la consigna suele reactualizarse en distintos puntos de la geografía argentina.
Aunque reducida a la pelea cotidiana, en donde los actores no son economistas ni dirigentes políticos encumbrados, sino aquellos habitantes de la frontera difusa que separa lo legal de lo ilegal, territorio amplio surgido después de tanto robo legitimado desde arriba, desde el poder.
La postal viene de Necochea, al sur de la provincia de Buenos Aires. Ciudad portuaria y turística, pero también lugar de trabajo inestable, escaso y precario, según dicen las estadísticas oficiales.
Dos pibes, dos hermanos de trece y catorce años, fueron sorprendidos mientras robaban caramelos y cohetes en la zona del complejo llamado Villa Balnearia.
Fue entonces que llegaron los muchachos de la comisaría tercera de la ciudad y se los llevaron presos.
Los pibes, ladrones de caramelos y petardos de baja monta, no pudieron escapar al largo brazo de la ley... Los hermanos terminaron en casa paterna aunque en la justicia de menores hay una carátula que habla de hurto.
¿Qué habrán sentido los efectivos de la comisaría tercera de Necochea al secuestrar la mercadería robada por estos pibes?
Quizás sintieron el peso de aquella vieja historia de caramelos o acero y se convencieron que más vale apresar a ladrones de golosinas que a los inaccesibles y siempre impunes saqueadores de cosas importantes y trascendentes.
Los pibes que sacaron caramelos y cohetes -que seguramente estaban destinados a hacer ruido durante las fiestas de fin de año- terminaron siendo un buen antecedente para los agentes del orden. El mismo orden que castiga a los ladrones de caramelos y deja impunes a los grandes delincuentes que supieron llevarse el acero y otras tantas cosas importantes a favor de intereses pequeños y mezquinos. En Necochea, ciudad portuaria y balnearia, hay una rantifusa continuidad del debate caramelos o acero, a casi sesenta años de su debate en la Argentina.
Y esa pelea, como viene sucediendo hace tiempo, se define en contra de los que son más.
Fuente de datos: Ecos Diarios - Necochea 20-12-06
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