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Por Carlos del Frade
(APE).- ¿Para qué estudio seño? -preguntan los pibes en las escuelas del país. -¿Para qué te vas a calentar en hacer algo por derecha si aquel nos da veinte mangos por semana por vender merca? -se cuestionan entre si los chicos de los arrabales del Gran Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Mendoza.
-Yo canto el himno con la boca cerrada... No dice nada que tenga que ver conmigo -me cuenta una nena desde el interior de una escuela pública. Con valentía y con dolor lo dice. El himno no dice nada de ella. Porque el país, la Argentina apenas es una descolorida metáfora de la camiseta de la selección de fútbol.
La deserción escolar aumentó en las principales provincias del país. Es una respuesta que sigue a la pregunta de para qué sirve estudiar.
Y ese para qué que pronuncian los pibes está demandando por algo que no está. Por algo robado, saqueado. El futuro exiliado. El futuro robado como consecuencia del despojo del trabajo al conjunto de las mayorías populares.
Cuando en la Argentina todavía se soñaba en voz alta, había una consigna que atravesaba a todas las formas de pensar. En la Argentina se podía ser feliz a través del trabajo. Era una idea fuerza, una convicción que sentían las mujeres y los hombres de derecha, centro e izquierda. Laburando se podía ser feliz.
Primero vino el terrorismo de estado y después el terrorismo económico de estado. Riqueza concentrada en pocas manos y el trabajo para pocos.
La sociedad argentina se quedó sin su sentido, sin su para qué.
Sin trabajo no hay futuro.
Sin trabajo y sin futuro no hay sentido colectivo de existencia.
Sin trabajo y sin futuro se vive sin sentido.
Y se mata sin sentido.
Por eso cada tanto aparecen noticias tremebundas: un adolescente mata y viola a una anciana de ochenta años por seis pesos.
Algo sin sentido.
Una muerte sin sentido.
Pero, alguien se preguntó cuál es el resultado de una vida sin sentido.
Cuando se vive sin sentido, se mata sin sentido.
Futuro y país ausentes de la vida de nuestros pibes.
Un por qué pelear en el lugar que pelearon, soñaron y construyeron como pudieron los viejos de nuestros pibes.
Y la ausencia del sentido de futuro es casi la madre de todas las implosiones sociales. Esos estallidos individuales que son consecuencias de robos impunes cometidos por pocos.
San Juan está siendo conmovida por la decisión fatal de chicos que no encuentran sentido en la vida.
La noticia dice que se produjo un tercer suicidio en un mes y medio de un chico de solamente trece años. Tomó cianuro y no dijo más que eso. Fue en Rivadavia.
A fines de julio, otro pibe se ahorcó en Chimbas; y en agosto, se repitió el caso en Santa Lucía, todos lugares de la geografía sanjuanina.
"Ahora, llama la atención que en el caso de los chicos, se elige el escenario educativo, o la motivación sale por ahí. Eso es sólo el desencadenante, pero hay otras causas de fondo. Es difícil encontrar una respuesta a por qué se busca el escenario educativo para esto. No se pueden hacer generalidades", reflexionó el psicólogo Juan Villa, consultado por el periodismo de la zona.
Agregó que “hay causales que no tienen que ver con lo que aparece a la vista y hacen a los problemas particulares. También hay una demostración al mundo adulto, porque con el suicidio también arrastran a los mayores a este drama o le dan un mensaje".
Los pibes que viven sin sentido colectivo y sin futuro son las consecuencias de un país robado al que le cuesta reencontrar la necesaria rebeldía para pelear por la recuperación del trabajo y la felicidad de los que son más.
Cada muerte sin sentido que produce un pibe argentino es una llamada urgente al compromiso por cambiar la sociedad.
Hay que volver a enamorarse del sentido profundo de la historia del pueblo: el sueño colectivo que quiso ser borrado definitivamente de la conciencia de los argentinos a fuerza de distintos ultrajes. Y esa es una tarea de los mayores, no de los pibes.
Fuente de datos: El Diario de Cuyo - San Juan 08-09-05
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