Pitágoras, tercer milenio

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Por Carlos del Frade

(APE).- En las colonias griegas del Asia menor, dicen los historiadores, el viejo Pitágoras reunía a sus alumnos alrededor del fuego para que contaran los sueños de la noche anterior y los confrontaran con los proyectos de vida que tenían con los ojos abiertos. El filósofo entendía, además, que la verdad del universo, material y espiritual, se revelaba a través de los números, de las cifras.

 

Alguien, muchos años después, reunió los recuerdos de aquellos sueños y su mezcla con las cifras y se publicaron en los llamados “versos áureos”.

La existencia del ser humano, entonces, estaba vinculada a los sueños individuales, a los colectivos y a los necesarios números que servían para entender la vida, la particular y la de los pueblos.

Los sueños, el proyecto de futuro, estaba relacionado con los números.

Durante todo el siglo veinte, en la Argentina, Pitágoras se metió en la cotidianeidad de las familias que se multiplicaron en estos rincones del cosmos.

Los argentinos no se hicieron pitagóricos pero había una convicción profunda: a través del trabajo se podía ser feliz. A partir del sueldo era posible realizar el sueño individual y colectivo. Esa fue la palanca de la llamada movilidad social de la historia argentina contemporánea. Era un sentimiento popular. Coincidían en el trabajo como origen y casi sinónimo de felicidad y futuro, la gente de derecha, los del centro y los de izquierda. En la Argentina se podía ser feliz y realizar los sueños a partir del sueldo que venía del trabajo.

Los sueños del futuro se encarnaban en los números que salían del esfuerzo de todos los días. Pitágoras en versión criolla. Versos áureo en clave argentina.

Hasta que llegaron los proveedores del odio y los que saquearon lo colectivo en beneficio de unos pocos.

Robaron el trabajo, desapareció el sentido del futuro como algo concreto de la vida de las mayorías argentinas. Y al robarse el trabajo, al ausentarse el futuro, la felicidad y los sueños se postergaron detrás del verbo zafar, sobrevivir sin mayores aspiraciones.

Sueños y números dejaron su lugar a pesadillas cotidianas y cifras miserables ante la obscenidad de millones de pesos en muy pocas manos.

Fue el exilio de Pitágoras de la realidad profunda argentina de todos los días. Los números condicionan la existencia y espantan los sueños. Hay poco espacio para la felicidad en una realidad de cifras lapidarias para los que son más.

Los nuevos datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos confirman la lógica de la inversión pitagórica.

La vida ajustada, los sueños comprimidos hasta el ahogo como consecuencia de los números que reflejan que la existencia y los proyectos de felicidad parecen ser cosas de privilegiados.

En la Argentina hay 6 millones de personas -que conforman el 10 por ciento de los hogares- que viven con ingresos promedio de 2 pesos por día o 59,70 pesos por mes.

En el otro extremo de la pirámide, cada integrante del 10 por ciento más rico de los hogares ahora dispone de 251 pesos más por mes. En promedio, cada persona rica vive con 1.845 pesos. Hace un año lo hacía con 1.594 pesos mensuales.

Pero la situación es algo peor: porque si 6 millones de personas viven con 2 pesos diarios, hay otros 5 millones de personas que viven, en promedio, con 4,10 pesos por día. Así, las cifras oficiales consignan que hay 11 millones de personas -que forman más de 2 millones de familias- que viven con menos de $150 mensuales.

¿Qué tipo de futuro, qué clase de presente, viven estas once millones de personas que tienen derecho a soñar, a proyectar una vida que suponga mucho más que zafar, que sobrevivir?

¿Qué sueño colectivo puede tener la Argentina frente a estos números?

¿Qué dirigente social o político se reúne con ellos, cada mañana, para confrontar los sueños de la noche con la pesadilla cotidiana?

En la Argentina del crepuscular inicio del tercer milenio, la sombra de Pitágoras está denunciando que estas cifras hablan más de una condena impuesta que un país posible para todos.

Fuentes de datos: Diarios Clarín e Infobae 30-08-05 / “Versos áureos”, Editorial Aguilar

 

 


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