El poxi

Por Carlos del Frade

(APE).- El poxi me sirve para aguantar los golpes de la cana y para correr más rápido -le dijo un pibe a un joven cronista cuando amanecía la democracia, en 1984. Eran los días de la esperanza. Pero para ellos, para los chicos que gambeteaban lo que no tenían en las calles de la gran ciudad, el pegamento servía para aguantar. Sumergirse en la bolsita y seguir con los compañeros. En las madrugadas, en las mañanas, en los crepúsculos inciertos. Formaba parte de una barra de chicos que fueron bautizados como “la banda del poxi”.

El periodista no sabe cuál fue el destino de aquellos chicos. La ciudad se los tragó. Pasaron muchas cosas entre aquel encuentro apurando un café con leche y el presente. La democracia se hizo a imagen y semejanza del privilegio de unos pocos a pesar de la resistencia de los muchos, y el poxi dejó de ser un detalle para convertirse en una especie de documento de identidad, de pertenencia.

Veintiún años después, aunque la geografía es otra, las postales se reiteran.

En la ciudad capital de la provincia de Santa Fe, un grupo de cinco pibes santafesinos y entrerrianos, entre los once y los quince años, siguen la huella de aquellos entrevistados por el otrora joven reportero.

Y hasta repiten las condenas: los llaman la “banda del poxi”.

Hace poco los acusaron de romper parte de la escuela “Juan Bustos”, frente a la Plaza España, a cuadras de la Estación de Ómnibus “Manuel Belgrano”.

La directora de la escuela convocó a una jornada de “reflexión sobre la inseguridad”.

¿Habrán hablado de la inseguridad de los pibes santafesinos y entrerrianos, de la inseguridad de “la banda del poxi”?

La maestra entiende que los chicos no tienen la culpa. Dice que es “una muestra más de la crisis económica y social que afecta a la ciudad y al país”. Los pibes tienen entre once y quince años y dos de ellos estaban adentro de la escuela sin entender demasiado lo que pasaba.

-Una nena estaba envuelta en la bandera argentina y no entendía nada -dijo una maestra.

La nena se tapó con la bandera para que no pasara el frío, para que la bandera la protegiera.

Y no entendía nada, explicó una maestra que encontró a la nena envuelta con la bandera argentina.

Difícil entender que el país que representa esa bandera, en realidad, hace poco y nada para proteger y cuidar a pibes como esa nena.

Por eso es difícil de entender.

Por eso el poxi.

Dicen que antes de envolverse en la bandera, los chicos comieron lo que pudieron en la cantina de la escuela y robaron los medicamentos que estaban en el botiquín e hicieron otros tantos descalabros.

La Santafesina S.A. encontró bolsas y tarros de pegamentos y bolitas de naftalina. Los otros tres pibes tenían un radiograbador, una videograbadora y una plancha.

Las crónicas periodísticas sostuvieron que, en realidad, hay más de medio centenar de pibes que están todas las horas de todos los días en las calles que rodean a la Terminal de Ómnibus.

"Los docentes que estamos en contacto con la realidad social actual, y que además tenemos como objetivo la profundización, el análisis y la práctica de los derechos humanos, somos conscientes de ser víctimas de otras víctimas: los de la exclusión", dijeron los maestros de la escuela destrozada.

Después del hecho, de los pibes y del poxi, la comunidad educativa pidió tres puntos: la urgente atención del Estado de los jóvenes en cuestión, la "seguridad integral" de las instituciones educativas, “la modificación de las condiciones sociales que operan como caldo de cultivo de situaciones de marginación y exclusión, y la consideración de la educación como una cuestión de Estado”, apuntaba el petitorio elevado por escrito y consignado en los diarios regionales.

-El poxi sirve para aguantar los golpes... -volvió a recordar el cronista y entonces sospechó que la continuidad no estaba solamente en la repetición del mote sino en la descarada impunidad de los que siguen multiplicando los golpes contra los pibes.

Fuente de datos: El Diario de Paraná, El Once Digital - Entre Ríos y Diario El Litoral - Santa Fe 09-08-05