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Por Carlos del Frade
(APE).- ¿Cómo iba a querer el hijo de un guerrillero?... ¡Ni loca! Hubiera sido como sus padres... un ser inhumano... menos que humano... un mutante -le dijo la compañera de uno de los más siniestros asesinos y torturadores de los años setenta a un cronista. Justificaba la tortura porque aquel que pensaba cambiar el mundo no era un ser humano. Era un mutante.
-Mirá, lo que dice el parte de hoy es que hubo varios problemas con siete mutantes del barrio... lo de rutina -suelen decir oficiales y suboficiales de las distintas fuerzas policiales que responden los requerimientos de los periodistas que buscan la información diaria que surge de la institución en pleno 2005.
Mutantes, subhumanos. Una curiosa palabra que suele repetirse en boca de los carceleros, policías y familiares de los mismos.
Cuando la noche carnívora del terrorismo de estado se hacía cada vez más densa, en la revista “Fantasía” apareció un personaje ideado por Robin Wood y dibujado por Villagrán. Se llamaba “Mark” y era el sobreviviente de una explosión atómica que había desfigurado la existencia en el planeta.
Solamente se habían salvado un grupo de elegidos que construyeron una ciudad luminosa cubierta de una semiesfera transparente, pero también seguían con vida otros seres humanos que escaparon de las radiaciones.
Y quedaba un tercer grupo. No habían muerto. Pero sus cuerpos fueron deformados como consecuencia de la lluvia corrosiva. Se movían y emitían voces guturales como grandes simios. Eran los mutantes. Los excluidos de los excluidos. Los que ansiaban ingresar a la ciudad protegida para vengar su dolor.
La historieta se vendió muy bien y la palabra mutante comenzó a utilizarse en las fuerzas policiales argentinas. Perseguir a los mutantes era algo lógico y como no eran considerados seres humanos también la tortura era una herramienta natural contra ellos.
Se podía despedazar mutantes en 1976 y también ahora, casi treinta años después. Porque no son seres humanos. Por ideas políticas o por condenas múltiples, desde la pobreza inventada o por habitar las cárceles. Todos son mutantes. Los que quieren modificar el orden impuesto por las élites limpias, claras y transparentes.
Esa continuidad de la palabra mutante muestra la persistencia de una ideología y, por lo tanto, de una metodología.
Cristian López Toledo, preso en la Unidad 9 de la ciudad de La Plata, había denunciado la corrupción de guardiacárceles a los integrantes de la Comisión por la Memoria el pasado 5 de mayo. Cinco días después, sus familiares denunciaron que a Cristian lo molieron a palos y lo torturaron con picana eléctrica en el sector Sanidad del penal.
-Es el primer caso de tortura con paso de corriente eléctrica probado en democracia. Hasta ahora habíamos escuchado denuncias pero nunca se había corroborado pericialmente. Es un hecho muy grave, emblemático que viola principios básicos del estado de derecho -se indignó el fiscal Hugo Cañón.
El ministro de Justicia de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Di Rocco, relevó al jefe del penal, Carlos Torres, y a otros seis agentes que participaron de la sesión de torturas.
Para Laura Conte, vicepresidenta de la Comisión Provincial por la Memoria, “este no es un caso aislado, esta no es una manzana podrida, aquí hay un sistema perverso que sigue operando por debajo del poder político”.
En forma paralela, Víctor Abramovich, director ejecutivo del Centro de Estudios Legales y Sociales, sostuvo que “hoy la única condena es la prisión preventiva. El 80 por ciento de los presos de las cárceles bonaerenses están procesados”.
Presos sin condenas, torturas como metodología que se enseña de generación en generación de nuevos policías y carceleros, continuidad del desprecio por la vida que -en realidad- ya había avisado su supervivencia en la democracia a través de la palabra mutantes.
Los mutantes, los subhumanos, siguen existiendo en la cabeza de aquellos que son obedientes cancerberos del orden impuesto por las élites. La historia reemplazada por la historieta. La pesadilla rediviva.
Necesidad de crear un mundo más humano en donde nadie sienta que el otro es un mutante.
Fuentes de datos: Agencia Red Eco Alternativo 16-08-05, Diarios La Unión - Lomas de Zamora 11-08-05 y Página/12 22-08-05, y “El Rosario de Galtieri y Feced”, Carlos del Frade, 2000, Rosario.
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