Roca, primer actor

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Por Carlos del Frade

(APE).- La historia se mete en la vida cotidiana a través de los billetes. Las gastadas imágenes de otros tiempos asoman entre las pelusitas de los bolsillos y marcan el presente. Son los actores de la memoria falsificada los que interpretan sus roles en el presente.

 

Por eso el mayor símbolo del poder económico que suele aparecer frente a los ojos de los argentinos es el billete de cien pesos. Allí está Julio Argentino Roca, el militar que llevó adelante el primer proceso de terrorismo de estado que eliminó a los indeseables de la época, las naciones indias, los pueblos libres del sur. Un año después, Roca era la expresión del ingreso del país al primer mundo del siglo diecinueve. En las escuelas se llamó la integración a la división internacional del trabajo. Vacas y granos al servicio del imperio británico. Riquezas para pocos y pobreza para las mayorías trabajadoras. Y aunque existiera la Constitución Nacional, no había democracia ni demasiados derechos reales para los productores de la riqueza.

Roca fue la síntesis del país dependiente. Genocida elevado a la categoría de estadista y garante de la existencia cotidiana. Riquezas para pocos y necesidades para los productores de las riquezas, los trabajadores.

Por eso Roca es hoy la cara visible del billete con mayor poder simbólico en la vida cotidiana de los argentinos. Roca es la figurita que más vale y más cuesta conseguir.

Los billetes nunca tuvieron las imágenes de Evita ni Monteagudo, por ejemplo.

Tal vez porque ambos decían de la necesidad de igualar las condiciones materiales de la vida en estos arrabales del mundo.

Bernardo de Monteagudo fue secretario de San Martín, Bolívar y murió asesinado como consecuencia de estar siempre construyendo la revolución que supo predicar a través de un periódico que fundó en los días estremecidos y estremecedores de la década que fue de 1810 a 1820.

“Mártir o libre”, se llamaba aquel periódico. Monteagudo no se cuidaba a la hora de repetir editoriales. Tenía una clara obsesión. No es posible la vida en las nuevas naciones si no se impone “el santo dogma de la igualdad”.

Será por esa razón que Monteagudo pasó al quinto plano en la historia oficial argentina. Y, por ende, jamás tuvo ni siquiera una efigie en alguna monedita de centavos.

Si no rige “el santo dogma de la igualdad” no habrá futuro, sentenciaba, una y otra vez, Monteagudo.

Con Evita, en cambio, sucedieron otras cosas. Dramáticas, violentas, despiadadas.

“Hace falta un siglo de dominio de los trabajadores”, gritaba y escribía la mujer que partió en dos la conciencia política de los argentinos.

“Ustedes los trabajadores son los puros. Ustedes son la patria”, decía Evita y por primera vez las mayorías tenían una expresión de poder real y que les exigía asumir su rol, su protagonismo.

Algunos coleccionistas tienen algunas monedas que en distintas épocas de la historia quisieron marcar la presencia de Evita en la vida cotidiana de los argentinos. Hoy, Evita, está presa de muestras internacionales a las que hay que pagar cientos de dólares para ingresar y cada 26 de julio se la recuerda como algo que pasó y dejó de ser.

Evita y Monteagudo han sido derrotados por Roca.

Roca no tiene la pasión de Evita ni despierta amores y odios semejantes. Tampoco el prócer del billete que expresa el mayor poder económico en la vida cotidiana se siente cuestionado por el fantasma de Monteagudo, un ignoto para las mayorías.

En los últimos días, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, ha dicho que la mitad de la gente ocupada gana menos de 500 pesos mensuales, menos de cinco billetes con la imagen de Roca cada treinta días ingresan en los bolsillos de los productores de la riqueza. Son casi siete millones de trabajadores argentinos los que no alcanzan a juntar cinco billetes de Roca por mes.

Por lo cual “el alto índice de pobreza actual -40,2 por ciento de la población- no se explica sólo por la desocupación. También porque mucha gente no gana lo suficiente para comprar los bienes y servicios básicos”, dicen los analistas de los números.

La mayoría de los trabajadores no ganan ni siquiera para empatarle a la cifra que marca la frontera de la pobreza. Evita, Monteagudo, sus viejas obsesiones, están ausentes en la realidad existencial de los que son más en estas tierras de desmesura.

El que está presente es Roca, la máxima expresión de un poder construido a través de un genocidio, la dependencia y el desprecio por las condiciones materiales de los que multiplican la riqueza para los que son pocos.

Por eso Roca es el primer actor y Evita y Monteagudo ni siquiera figuran en las moneditas de los centavos.

Fuente de datos: Diario Clarín 26-07-05

 


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