Recursos y modelo

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Por Sandra Russo

(APE).- En el Gran La Plata, el 46,5% de los chicos es pobre y de ese porcentaje, cerca de la mitad es indigente. Sergio Barbato, médico, miembro del equipo de pediatría del Hospital Gutiérrez de esa ciudad bonaerense, aporta un dato respecto de algo que ya se sabe pero que no escandaliza a nadie: la íntima relación entre pobreza y enfermedad. “El 60% de las patologías que se internan en pediatría en el Hospital Gutiérrez están relacionadas con la pobreza”.

Problemas nutricionales, defensas bajas. Organismos pequeños y en desventaja. Vulnerabilidad. Blancos móviles para bacterias y virosis. “La pobreza y más aún la indigencia hacen a las personas más proclives a la enfermedad y éstas se presentan en cuadros más graves que en pacientes de otras clases sociales”, agrega Sergio Del Prete, secretario de Salud de la comuna que suma la estadística reportada por agentes sanitarios en asentamientos de riesgo social: “De 9.046 chicos evaluados, 1.200 estaban bajo sospecha de riesgo nutricional y fueron derivados a centros de salud, pero sin embargo, el 48% no fue. Porque hay factores culturales en la pobreza que también deben ser tomados en cuenta”, señaló el funcionario. No es pertinente suponer que un “factor cultural” de la pobreza sea asimilar, por parte de los padres, que son quienes deben acercar a los chicos a los hospitales, tener hijos enfermos. Más bien, el sentido común indica que habría que revisar qué mecanismos se ponen en marcha cuando un chico pobre llega a un centro de salud, y cómo llega, teniendo en cuenta que estamos hablando de una población sin trabajo, jornalizada si es que tiene alguna changa en negro, para la cual las monedas de un viático a veces ya están destinadas al alimento de los otros miembros de la familia, incapacitada para comprar medicamentos o hacer colas para sacar turnos que muchas veces implican noches en vela. Vayan estas consideraciones para atajar uno de los prejuicios más brutales que pesan sobre las poblaciones marginales: así como uno de esos prejuicios racistas sostiene que a los pobres “no les gusta trabajar”, como si el bienestar se tratase de una decisión individual, hay otros que ponen en duda su capacidad para ejercer paternidades y maternidades responsables.

El médico Barbato aseguró que “se están internando patologías que antes se trataban de manera ambulatoria, y ahora se los interna, porque si no los chicos vienen a la segunda consulta peor, y estoy hablando de enfermedades banales y frecuentes”. Apuntó a la condiciones de vida, que son frecuentes pero no banales. Basura, cirujeo, falta de cloacas, falta de abrigo, falta de agua potable, hacinamiento. “Hay neumonías, por ejemplo, que en cualquier chico bien alimentado o de otras clases sociales se atienden en la casa, acá a estos nenes hay que internarlos. Todo esto encarece la salud, se ocupan camas de hospitales y sucede porque los recursos se destinan a la enfermedad y no a la salud”. Un concepto redondo, que encastra a la perfección con un modelo perversamente idiota. La prevención lograría, además de que miles de chicos se enfermaran o murieran por causas evitables... ¡ahorrar dinero! ¿Por qué este argumento no convence a los mentores de la dinámica capitalista? Porque, aunque suene tremendo, el modelo extrae más beneficios condenando a la mitad de la población a la miseria que equiparando sus derechos en cuestiones elementales de dignidad humana como salud o educación. Ninguna otra lógica hace que las cosas marchen como marchan. La vida en sí misma, pese al cacareo en otros debates que sobrevuelan la moral, no es un valor.

Fuente de datos: Diario El Día - La Plata 31-05-05

 


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