De murallas y barriadas

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Por Carlos del Frade

(APE).- Matar al vecino parece ser un nuevo código en los viejos barrios del gran Buenos Aires. El sistema impone proteger lo que se tiene. Lo dicen sus grandes medios de comunicación. Matar para cuidar lo mucho o lo poco que se tiene.

Las cosas por encima de las personas. Hacer de cada casa un feudo, un castillo. Inventar murallas y ejércitos para cuidar lo que hay adentro. Lo mucho o lo poco que haya adentro. Murallas y ejércitos que se paguen, reales o imaginarios. El sistema impone desconfiar del vecino. Excluir la idea de la convivencia. Pensar que el tipo de la otra cuadra es un enemigo en potencia. Dejar de lado los valores a los que le cantaban los poetas de otros tiempos, aquellos que decían que los ladrones no se metían con los habitantes del barrio. Cosa de poetas. Cosas de viejos. Eliminar la idea del barrio, del mate con el vecino, de ver crecer a los chicos del barrio, de conocerse con todos.

Matar al vecino es la orden que intenta desplazar a vivir con el vecino, a pelear junto al vecino por una sociedad más justa.

Así empezaron los grandes movimientos sociales en la Argentina de finales del siglo XIX. Juntarse para inventar bibliotecas populares, grupos de teatro y filantropía, clubes, mutuales. Entre vecinos. Por una vida mejor, por una convivencia que hiciera más fácil la pelea contra las minorías de siempre.

Ahora las minorías parecen borrar las construcciones de la cultura barrial.

Matar al vecino aparece en la lógica de todos los días. Lo mandan los decidores de los grandes medios, siempre en manos de los que tienen casi todo en pocas manos.

Un pibe de dieciséis años de Florencio Varela murió electrocutado cuando quiso ingresar a la casa de una pareja vecina. Lo mató el alambre electrificado, la muralla que los dueños de casa crearon para matar a quien quiera meterse en su feudo.

El feudo en cuestión no era más que “una humilde vivienda de la manzana 40, en el lote 7, cerca de la esquina de Malambo y Aguado”, allí en Florencio Varela.

El muchacho se quiso llevar una garrafa y la muralla del feudo, el alambre electrificado, lo mató.

Dicen las crónicas policiales que la familia de la casa estaba cansada de ser robada.

Entonces se impuso la lógica del sistema. Matar al vecino. Levantar murallas para proteger lo mucho o lo poco que se tiene. Pensaron en matar porque alguien les ordenó que la única manera de solucionar el problema de la inseguridad era esa, matar. Convertirse en verdugos, silenciosos pero efectivos.

Extraña fábrica la del sistema de ideas que defiende la concentración de riquezas en pocas manos: produce víctimas y verdugos. La herramienta fenomenal de ese sistema es que los pobres se maten entre ellos, que los vecinos se maten entre ellos.

Sostienen las crónicas que “los especialistas vinculan las causas que llevan a las personas a tomar tan drásticas medidas de seguridad con el creciente temor por el delito que afecta a amplias barriadas del Gran Buenos Aires”.

¿Cuál será el principal delito que afecta a las “amplias barriadas del Gran Buenos Aires”?

Porque en esas “amplias barriadas” nació la solidaridad, la lucha comunitaria, el teatro popular, la biblioteca para los pibes de las escuelas, la copa de leche y las panaderías obreras.

¿No será que el delito que cambió el paisaje cotidiano y existencial de las “amplias barriadas” fue otro tipo de robo, de saqueo?

¿No será que los delincuentes que se llevaron aquella memoria de los barrios, que se robaron los bienes materiales y espirituales de los barrios están en otro lado, custodiados por otras murallas mucho más sofisticadas que un alambre electrificado que sirve para matar al vecino?

Habrá que volver a construir la memoria de las amplias barriadas del Gran Buenos Aires para que se repita la vieja de idea de vivir con el vecino, pelear junto a los pibes de la otra cuadra.

Quizás así empiece otra oportunidad para un futuro distinto. Para que sea posible un amanecer diferente al impuesto por aquellos que quieren quedarse con las almas de las amplias barriadas de los grandes centros urbanos del país.

Fuente de datos: Diario Popular 21-05-06

 


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