Mitos y vinchucas

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Por Carlos del Frade

(APE).- Hay un mito que recorre la cultura popular argentina y se recicla en chistes y chicanas varias. Los santiagueños son vagos, dice el mito. En realidad se trata de la coartada para tapar un crimen.

 

El primer crimen cometido como consecuencia de un proyecto económico político que destruyó el ecosistema de la provincia más antigua del país.

A mediados del siglo XIX, Santiago del Estero tenía tantos bosques como la superficie de Alemania. Bosques de quebrachos. Una de las principales maderas del mundo para las industrias de los países europeos durante casi dos siglos.

Los españoles que llegaron a Santiago del Estero en el siglo XVI bautizaron al lugar como el vergel de la civilización.

Los bosques de Santiago, entonces, eran el motor de la economía y la vida comunitaria de la zona.

Hasta que el quebracho comenzó a desmontarse para construir los durmientes del ferrocarril y los palos de las estancias.

Fue a partir de la segundad mitad del siglo diecinueve.

Una decisión empresarial que contó con la complicidad de las clases gobernantes nacionales y provinciales.

Se aniquilaron los bosques y el ecosistema de la provincia se modificó abruptamente.

Surgieron las salinas de Santiago del Estero y el clima cambió. Fue un crimen ecológico como consecuencia de un proyecto económico y político.

Y los santiagueños se quedaron sin su principal materia prima, sin el motor de la economía regional.

Fueron los primeros desocupados en masa. La primera gran producción de excluidos del mercado de trabajo.

Entonces surgió el mito. Los santiagueños son vagos.

Se trataba del encubrimiento de un crimen económico, político y social.

Llegaron después las familias que se erigieron en dueñas de la vida de los santiagueños durante décadas y décadas.

Con ellas surgieron distintas formas de terrorismo y se multiplicó la pobreza al mismo tiempo que crecían las riquezas en pocas manos. Lógica conocida e implacablemente repetida en distintos lugares de la geografía de estos arrabales del mundo.

A principios del tercer milenio, más allá de ciertos cambios políticos en la provincia centenaria, las consecuencias de aquellos primeros crímenes continúan vigentes.

En la actualidad, los números oficiales difundidos por las autoridades sanitarias, sostienen que el 14 por ciento de la población de Santiago del Estero está afectada por el mal de Chagas.

Dicen los principales referentes del presente político santiagueño que se encontraron sin elementos para combatir a la vinchuca.

Sostienen, las autoridades, que para lograr algún éxito en la lucha contra el insecto, hijo directo de la pobreza impuesta en el territorio más antiguo del país, hace falta un plan que “dure por lo menos veinte años”.

El programa de lucha contra el mal de Chagas “fue prácticamente desmantelado y funcionaba sin vehículo, ni equipos para rociado” por lo que se está, ahora, empezando “de cero”, acaba de declarar el nuevo ministro de Salud santiagueño.

Ni el quebracho talado, ni la vinchuca multiplicada son los responsables de las desgracias impuestas a la población de Santiago del Estero.

Apenas son consecuencias de los planificados proyectos económicos y políticos impuestos desde hace mucho para convertir la vida de los que son más en pesadillas cotidianas.

Proyectos que se encubren en falsas acusaciones contra las víctimas, como el mito de la vagancia de los santiagueños.

Para desterrar las pesadillas habrá que luchar por los sueños colectivos inconclusos, aquellos que germinaron en la región cuando los bosques y los pájaros empujaban los vientos del amor, la libertad y la justicia.

Fuente de datos: Diario El Liberal - Santiago del Estero 01-06-05

 

 


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