Herramientas y periodismo

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Por Sandra Russo

(APE).- “Demoran a menores que caminaban con herramientas en la mano”, tituló el diario El Cordillerano, de Bariloche, el 31 de mayo pasado. Un título curioso, críptico, casi misterioso. Podría remitir a “Sangre Fría”, la miniserie que el año pasado fue grabada en el sur y emitió Telefé, en la que una tropilla de actores púberes protagonizaba una historia de terror.

O a “Sé lo que hicieron el verano pasado”, otro hit de terror para consumo de público adolescente. Pero no, nada de eso. Por lo menos, nada de ese tipo de terror hay en esta historia. De otro, hay bastante.

La noticia, breve y avara de fuentes y datos concretos, apenas reseña que tres menores de edad fueron “sorprendidos” cuando caminaban por la vía pública con varias herramientas en la mano. Esa palabra entrecomillada en este texto obedece a cierta suspicacia. La siguiente: otro sería el modo de presentar lo que ocurrió -que no fue nada- si las fuentes, siempre policiales, hubiesen dicho solamente que “tres menores de edad caminaban por la vía pública con varias herramientas en la mano”. ¿Qué tiene eso de notable, de llamativo o de interesante para ocupar aunque más no fuere unas líneas en un diario? Absolutamente nada. La manera de convertir la nada en una noticia policial incluye la frase “fueron sorprendidos”. ¿Qué tan sorprendidos? ¿Muy sorprendidos? ¿Poco sorprendidos? ¿Escandalosamente sorprendidos? La noticia que reseña El Cordillerano va más allá al indicar que “aunque hasta anoche la policía no tenía denuncias de los propietarios de esas cosas”. No obstante, sigue al artículo, “la fuerza tenía la certeza de que se trataba de herramientas que habían sido robadas en algún lugar de la zona, debido a no hay chances de que sean de su propiedad”. Según la fuente, y por lo que se deduce, “no hay chances” de que los tres menores no sean ladrones se desprende de que “los chicos están domiciliados en el barrio El Frutillar, lejos de donde fueron encontrados”, y finaliza diciendo que la detención de los tres se produjo en la intersección de las calles Rosales y Elordi.

Una vez más, tres menores de edad pobres cargan con el estigma que les es endilgado porque “no hay chances” de que no sean ladrones. Para qué iban a usar las herramientas, cuál fue su versión de los hechos, de dónde dijeron que las habían sacado o quién se las había prestado, todo lo que cualquier otro ciudadano en una circunstancia como ésa hubiese exigido decir o podido explicar, entra en el agujero negro que se traga diariamente los derechos de los chicos pobres.

No es la intersección de las calles Rosales y Elordi, de Bariloche, donde ocurrió lo más triste en la noche del 30 de mayo, sino en la intersección de la lógica policial y la lógica periodística, que debe reclamar esas explicaciones, desnaturalizar esa “demora policial” ante la certeza de un robo sobre el cual no hay otro indicio que la pobreza de quien la porta. ¿Dónde están las voces de esos menores, quién les hace lugar a sus palabras? En esa intersección, quienes deben informar pierden la brújula y terminan siendo voceros del comisario de turno.

Fuente de datos: Diario El Cordillerano - Bariloche 31-05-05

 

 


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