Güemes y los ladrones de bicicletas

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Por Carlos del Frade

(APE).- La historia oficial tiene diferentes vicios. Uno de ellos es que fue escrita desde Buenos Aires, ombligo del mundo, lugar alquilado por el supuesto dios argentino, según un mito difundido por quienes se beneficiaron con la escritura y difusión de esa historia oficial.

El papá de esa crónica que reduce la lucha colectiva del pueblo por ser independiente y por lo tanto, feliz, fue Bartolomé Mitre. El hombre que se dejó un diario de guardaespaldas, como lo definiera en su momento don Arturo Jauretche.

La historia oficial sentencia que la Argentina es un país joven, compuesto por exiliados europeos, católico, que no tuvo guerras civiles, que no es racista y que los grandes momentos de la crónica existencial del país fueron protagonizados por superhombres hoy convertidos en estatuas, nombres de calles, avenidas, pueblos y clubes.

Esa visión del pasado es funcional a los intereses de los dueños del presente.

El pueblo, mayoritario, anónimo, solamente es comparsa, actor secundario.

Son las minorías y entre ellas los elegidos los que cambian el curso de los acontecimientos.

Esa historia oficial es falsa y el problema mayor de su falsedad es la resignación que intenta inocular a los integrantes de las mayorías.

Tal manera de contar los hechos colectivos también generó un Olimpo de próceres.

Los principales son Rivadavia, San Martín, Belgrano, Roca y el propio Mitre. En ellos se resume el siglo diecinueve.

Y en relación a ellos se mueven los héroes secundarios.

Entre ellos el casi desconocido Martín Miguel de Güemes.

Desde los intereses de la mirada mitrista, el líder popular de Salta y Jujuy solamente tiene sentido por ser un socio menor de la fenomenal epopeya de los cientos que siguieron a San Martín. Y muy poco más.

Queda en el misterio o en la oscuridad quién fue Güemes y por qué fue asesinado por una conjura entre los vecinos ricos de la provincia del norte y los españoles que tenían años de razones para despreciarlo.

Güemes fue la expresión del gauchaje del Alto Perú y de los valles y montañas salteños y jujeños.

El primer dirigente político que les devolvió tierras, trabajo y educación. Por eso las clases pudientes los calificaba de “chusma”, “infernales”, “hijos de Satán”, cuando en realidad eran los hijos de los esclavos, los que no tenían papeleta alguna de ciudadanía y que siempre servían de acuerdo al grado de obediencia a los patrones de turno.

Durante cinco años fueron esos infernales, esos hombres despreciados por el dinero como escribió el propio Güemes los que hicieron posible que la guerra por la independencia no se perdiera y que San Martín pudiera emprender la empresa de cruzar los picos más altos del planeta. Y aquel líder popular, don Martín Miguel, distribuyó la riqueza de las minorías y repartió tierras y les dio educación y salud. Enfrentó a los poderosos y está claro que las minorías no olvidan. Lo mataron por eso.

Desde entonces hasta el presente, los descendientes en sexta generación de los gauchos “infernales” de Güemes, los ninguneados de la historia oficial son siempre el blanco preferido del prejuicio y los que deben soportar la cruz de los males que ellos no generaron pero que sufren de manera cotidiana.

Cinco pibes salteños, entre trece y diecisiete años, fueron detenidos por la policía provincial luego de una tarea de “inteligencia” destacada por la prensa local, porque se dedicaban a robar bicicletas.

Se los califica de banda y ya quedaron imputados de ese terrible delito.

Curiosidad de la historia salteña. Mientras su gobernador hace negocios con grandes empresarios locales y extranjeros para convertir en desiertos las selvas tan bellas como antiguas, mientras la soja multiplica desocupados y la educación es bancada solamente por el compromiso de los maestros; los mayores problemas de la seguridad parecen reducirse a bandas de adolescentes que roban algunas bicicletas.

En realidad hay aquí una confirmación de la condena contra Güemes y sus gauchos. Una condena que se recicla, entre otras cosas, por las consecuencias de una siempre viva historia oficial escrita y contada a imagen y semejanza de las minorías, sean las salteñas o las que saquean en todo el país.

Fuente de datos: Diario El Tribuno - Salta 04-05-05

 


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