Molinos de viento

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Por Sandra Russo

(APE).- Miriam Fuentealba podría ser el nombre de una heroína de la que se hubiera enamorado Don Quijote. Ese apellido repartido en una fuente y un amanecer no proviene, sin embargo, de la literatura de caballería, sino de una crónica social del sur argentino según la cual existe una mujer a la que la Justicia le impide ver a sus tres hijos.

Sin vivienda y sin trabajo, Miriam Fuentealba fue a parar junto a su pareja y a sus crías a dos carpas que instalaron en el muelle de Caleta Olivia. También el escenario, Caleta Olivia, difiere enormemente de La Mancha. Hace frío, mucho frío. Por eso la justicia decidió que los chicos, de 12, 9 y 8 años, estarían mejor en un Hogar Sustituto y sin más, los arrancó de al lado de su madre.

Miriam Fuentealba lucha, a su manera -tímida, impotente, cabizbaja- para que alguien entre en razones y comprenda que está bien, que es posible que dos carpas tipo iglú como las que pudieron instalar en ese muelle no era el lugar adecuado para que vivieran sus hijos. Pero lo que no comprende es por qué desde que se los llevaron no ha podido volver a verlos. ¿Cuál es el obstáculo que la Justicia interpone entre esa madre desocupada y sin techo y tres niños que de un día para el otro son obligados a rehacer su historia, como su no hubieran tenido ninguna? Esos tres chicos tienen una historia perfectamente clara: provienen de una familia sin recursos. No hay ninguna otra acusación que pese sobre Miriam Fuentealba y su pareja, que actualmente se esfuerza en un techo de madera para tapar las carpas y protegerlas del frío odioso que sopla en ese muelle.

Pero eso, que es tan triste y tan tajante -desprender a una madre de sus hijos, y viceversa- no es todo. La razón por la que Miriam Fuentealba no consigue trabajo es que, por un error administrativo o burocrático, la mujer tiene dos documentos de identidad. “Esta lucha la tengo desde hace 17 años, que es desde cuando no tengo documentos”, dice Miriam, porque dos identidades equivalen a ninguna, y es considerada como indocumentada. “Hubo un error administrativo y tengo dos documentos, y nadie sabe decirme cuál es realmente el mío. Ya me recorrí todos los registros civiles de la zona y nadie me da una respuesta”, alega ella.

A la espera de un informe psicosocial, Miriam sigue reclamando no ya la tenencia de los niños, porque no quiere verlos temblar de frío en el único hogar que puede ofrecerles por ahora. “Yo sé cómo se maneja la justicia, pero me parece que tengo derecho a verlos aunque sea un ratito. Si hay que esperar que se resuelvan los problemas tendré que armarme de paciencia, pero es difícil: son mis hijos...” se lamenta esta mujer acostumbrada, por el trato que le ha dado la vida (y la vida, en este caso, no es algo abstracto ni vago; la vida es no llamarse de ninguna manera fehaciente, la vida es que nadie resuelva el problema de su doble documentación, la vida es la decisión de cerrarle la puerta y dejar del otro lado a sus hijos), a capear con templanza toda la adversidad imaginable. Miriam Fuentealba merecería un Quijote que derribe todos y cada uno de estos molinos de viento patagónico.

Fuente de datos: Diario Crónica - Chubut 24-04-05

 


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