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La educación es -nos decía Alberto Morlachetti en los primeros tiempos de la Agencia de Noticias- los conocimientos que transmite una generación a otra rumbo a destinos de pura dignidad.
Por Alberto Morlachetti
(APE).- Consideramos la educación como una práctica sublime referida a las bellas finalidades de un proyecto social, de un cambio en las constelaciones humanas y de su entorno, con una siempre necesaria didáctica de la ternura y con “una actitud de escucha, de auscultación paciente y exigente, amorosa e interpelante” hacia los nuevos colectivos a educar.
La educación es -en ese imaginario- los conocimientos que transmite una generación a otra rumbo a destinos de pura dignidad. Sin embargo imaginar escenarios de futuro ya no son parte de un horizonte entusiasmante, de un sentido de la utopía como realidad. La finalidad última es rendirse al presente y a sus injusticias. La educación hoy está centrada en la preparación y perpetuación del poder de los que se adueñaron de los bellos girasoles o de la inmortalidad de los atardeceres o simplemente excluye para mutilar la protesta y la revuelta.
La luna que supo enamorar se enredó en los mástiles sin bandera y nos dejó apenas una oración de sombras. La situación educativa de la Provincia de Entre Ríos no hace más que despertar el asombro de antiguas miradas: el 17 por ciento de los chicos de 15 años son analfabetos y más de la mitad de los 300.000 jóvenes de la provincia no terminó la escuela primaria, denuncia Gabriel Perotti, Secretario Gremial de Agmer, la organización sindical que aglutina a los docentes de la provincia.
La mayoría de las especies animales tienen su lenguaje -como patrimonio hereditario- inscripto en el código genético. Sin embargo Thorpe había observado que algunos pájaros precozmente privados de escuchar el canto de individuos de la misma especie, sólo producen un extracto del mismo y puede decirse que en alguna medida necesitan aprenderlo. Un jilguero no llegaría jamás a la amorosa quimera de los 7 cantos, si entre vuelo y cielo no existe el encantamiento de los semejantes.
En el hombre el lenguaje humano no está inscripto integralmente en el código genético: la exposición al lenguaje es una condición imprescindible para su aprendizaje. Si la escuela y otras instituciones -por exclusión- lo privan al niño del idioma que nombra y la calle y la miseria son las perturbadoras y deshumanizadas educadoras, sólo aprenderán el extracto del canto. Amputación de palabras de pensamientos de emociones de belleza de creación.
Para la comprensión de la estructura del lenguaje humano -dice Lenneberg- el niño debe estar expuesto a actos de habla en el período comprendido entre los 2 y los 12 años, de lo contrario su posibilidad de adquirirlo queda definitivamente cerrada. Agamben dice que contrariamente a lo que afirmaba una antigua tradición, desde este punto de vista no es el hombre el “animal que posee el lenguaje” sino más bien el animal que está privado del mismo y que por ello debe recibirlo del exterior, de la cultura.
Pero de esa tradición cultural no le hemos dejado a los pequeños un color ni una sílaba ni sus infinitas devociones y jamás podrán ejercer el derecho que como legado les otorgó ingenuamente la Convención de Naciones Unidas. Los pocos propietarios se han repartido como ladrones las espigas y los niños ya no pueden ser recogidos de su miseria.
En sus ojos de miradas oscuras brilla limpio su oficio de mendicantes. Alguien recogerá las plegarias -insistentes como una pesadilla- y dejará a título de caridad una moneda que nunca llegará al pan de cada día. Los pibes devolverán a Dios -en un rezo sin palabras- los pocos centavos de vida que les ha otorgado.
Fuente de datos: Semanario Regional Paralelo 32 - Entre Ríos 30-04-05
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