Las escuelas de Urquiza

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Por Carlos del Frade

(APE).- “La escuela tiene que adaptarse a los chicos, no al revés”, dijo no hace mucho tiempo atrás el Ministro de Educación de la Nación, Daniel Filmus. En algunos lugares de Entre Ríos, en cambio, los chicos tienen que adaptarse a la falta de escuelas y soportar condiciones difíciles de creer en una provincia que fue pionera en educación gratuita, popular y laica.

 

En la Escuela Especial 31, “Portales de Amor”, de Cerrito, los pibes aprenden como pueden en aulas sin ventanas y que antes funcionaban de calabozos, los cables están sueltos, las paredes tienen moho y los techos apuestan a caerse de un momento a otro.

Tampoco hay sillas para todos y las medidas de seguridad están inscriptas en libros de ciencia ficción.

Las crónicas periodísticas informan que allí funcionó la primera comisaría del pueblo y que sin ningún tipo de remodelación luego fue utilizada como escuela especial.

“Es lamentable, pero casi hemos naturalizado que lo normal es estar mal. Pero la verdad es que la situación es terrible. Este edificio fue una comisaría y así como estaba se convirtió en una escuela, donde las aulas no tienen ventanas, son de dos por dos, porque antes eran las celdas, la iluminación no es buena y en forma permanente no hay agua porque colapsan las cañerías”, indicó Alejandra Gervasoni, maestra y militante de la Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos.

La situación que sufren los chicos y los maestros de la escuela “Portales de Amor” parece ser la pesadilla del sueño que alguna vez impulsaron y sostuvieron los maestros entrerrianos que fueron convocados por Justo José de Urquiza cuando todavía no había saltado a la primera fila de la historia nacional. Antes de la batalla de Caseros, cuando Rosas empezó a ser el exiliado y el hombre de Entre Ríos la expresión de un federalismo que, después de cinco décadas, llegaba al máximo poder político del país que todavía se soñaba según el espejo de mayo de 1810 y aspiraba que en el trono de la vida cotidiana se viera la noble igualdad.

Hacia 1848 solamente existían dos colegios secundarios en el país: el de Buenos Aires y el Monserrat, en la provincia de Córdoba.

A fines de aquel año, surgió el Colegio de Estudios Preparatorios de Paraná, cuyo rector fue Manuel Erausquin.

En julio de 1849, empezó sus actividades el Colegio del Uruguay, bajo la dirección de Lorenzo Jordana, compañero de empresa política de Urquiza.

Medio millar de muchachos aprendían en una escuela de amplios ventanales, grandes patios, de aulas cálidas en invierno y frescas en verano.

Así decían que debían ser las escuelas aquellos entrerrianos que soñaron un país distinto junto a Urquiza a fines de la primera mitad del siglo diecinueve.

En aquel colegio se caracterizaron tres principios: gratuidad, obligatoriedad y popularidad.

“La enseñanza era gratuita, se asistía a los alumnos con vestimenta, alojamiento, alimentos, materiales de estudio y asistencia médica. ‘La educación no presentará sacrificios para los padres’ sostenía su fundador”, apuntan las crónicas de la época.

Se establecía que las únicas ausencias justificadas eran las de los tiempos de guerra. En aquel colegio funcionaba una imprenta a cargo del editor uruguayo Jaime Hernández en la que se generaban dos periódicos urquicistas: “El Porvenir de Entre Ríos” y “La Regeneración”. Había dos terminalidades, letras y comercial.

Hacia 1854 se hizo cargo del rectorado el doctor Alberto Larroque, una verdadera leyenda en la provincia. Los pibes entrerrianos entraban cuando tenían once años y se iban a los diecisiete. “El resultado de lo aprendido en las aulas se volcaba a la comunidad a través de exámenes públicos, certámenes literarios, conferencias y conciertos”, dicen los libros de historia.

"La única nobleza que yo acepto y deseo es la nobleza del corazón", remarcaba el maestro Alberto Larroque, el mismo que soñaba con multiplicar la experiencia del Colegio del Uruguay por toda la provincia de Entre Ríos y para que todos los chicos de esa tierra generosa en belleza y heroísmo tuvieran posibilidades de defender sus propios sentimientos y deseos.

El viento huracanado de los años noventa parece haberse llevado aquella crónica de logros e iniciativas de educación popular que caracterizaron a la provincia. Quizás siguieron los mismos pasos que los desandados por Urquiza después de la traición en la batalla de Pavón cuando decidió ser un terrateniente más y no convertirse en el gran líder de una nación independiente y con un marcado grado de desarrollo de mercado interno.

Ahora, en la escuela especial “Portales de Amor” de Cerrito, parecen gobernar las peores pesadillas de aquellos años de educación libre, popular, laica y portadora de sueños de igualdad.

Fuente de datos: El Diario - Entre Ríos 05-04-05

 


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