El Rottweiler

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Por Sandra Russo

(APE).- La noticia acaparó las páginas de información general de la semana pasada, porque se sabe, las historias de perros, sean tiernas o crueles, siempre se privilegian. La palabra “Rottweiler” fue pronunciada muchas veces. La escena, descripta con lujo de detalles. En Mar del Plata, una abuela salió al jardín con su nieto de once meses en brazos, y su propio perro Rottweiler la atacó, le arrebató al bebé y lo mató.

El Rottweiler estaba suelto en el parque de la casa de la calle Santa Inés al 1500, del barrio Camet. “Oso”, se llama. Lo habían llevado a vivir allí para reforzar la seguridad de la casa, ubicada en una zona de casas aisladas unas de otras. La familia, después de la tragedia, dijo que el perro siempre estaba atado o encerrado, pero por esos días ciertos “movimientos extraños” de unos desconocidos los había decidido a dejarlo suelto. Los padres del bebé se habían ido al trabajo. La abuela quedó a cargo. Ella, dijo después, no sabía, cuando salió al jardín, que el perro estaba suelto. El drama que vive esa familia no se puede contar. La marca que quedará grabada en esa historia familiar es inenarrable. Es difícil imaginar que un eventual hecho delictivo del que hipotéticamente hubiera sido víctima esa familia terminara en un desastre parecido. Se trata de una familia que, como otras, cayó en su propia trampa. Para protegerse de rateros o asaltantes llevaron a vivir con ellos a un enemigo íntimo, a un animal incapaz de discernir entre olores extraños. El bebé tenía un olor que a “Oso” le resultó desconocido. Por eso lo atacó. “Un Rottweiler no es un juguete, es un perro de ataque, puede decirse que es como un arma, y como tal hay que saber utilizarlo”, declaró el policía Luis Ohan, de la comisaría sexta marplatense. “Ahora se puso de moda tenerlos en las casas, pero hay que saber educarlos”. ¿Alcanzará con educarlos? Es lo mismo que decir que todo el mundo puede tener un arma, y que lo importante es saber usarla. Y queda demostrado cada día que contra la inseguridad hay pocas cosas peores para hacer, que armarse. Las palabras del policía dan por sentado que si un perro es como un arma, a un perro hay que educarlo y a un arma hay que saber usarla. Pagamos impuestos para que haya hombres armados, precisamente los policías, que deberían velar por la seguridad de todos. No son las bocas de ellos, en todo caso, las más pertinentes para recomendar ni cómo educar a un perro con instinto de ataque ni cómo usar armas. El caso de Mar del Plata es un ejemplo terrible del desvío a través del cual la gente busca seguridad. Si los hubieran asaltado, podrían incluso odiar al asaltante. Pero al bebé lo mató el perro guardián. El perro, dicen, será sacrificado. ¿De cuántos sacrificios inútiles más seremos testigos hasta comprender que no hay peor enemigo que el miedo, y peor consejera que la paranoia?

Fuente de datos: Diario Clarín 18-03-05


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