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Por Sandra Russo
(APE).- “Las Naciones Unidas nunca deben olvidar que fueron creadas como una respuesta a la maldad del nazismo, ni que el horror del Holocausto ayudó a definir su misión. Esa respuesta se plasma en nuestra Carta y en la Declaración Universal de Derechos Humanos”. Palabras pronunciadas el 24 de enero por el Secretario General de ONU, Kofi Annan, para conmemorar el LX aniversario de la liberación de los prisioneros de los campos de concentración nazis.
Fue la filósofa alemana Hanna Arendt quien, para analizar las raíces del nazismo, creó la noción de “la banalidad del mal”. Esa noción se interna en los pliegues burocráticos, sociales, políticos, cotidianos, que ante la avanzada del mal no lo resisten. Más bien lo incorporan. Lo asimilan. Le franquean el paso. El mal nazi no habría tomado cuerpo ni se habría cobrado más de seis millones de vidas si se hubiese apoyado solamente en la convicción militante de los nazis: contó además con la complicidad por omisión o consentimiento de miles de personas que no lo frenaron ni lo percibieron como tal.
Algo de esta noción retumba en las palabras de Annan, que habló desde su púlpito de la ONU y admitió que el organismo internacional, pese a sus propósitos, ha fallado en evitar nuevos genocidios. Mencionó explícitamente a Camboya, Ruanda, la ex Yugoslavia, Sudán. Pero lo que banaliza el discurso del Secretario General no es lo explícito, sino lo omitido. Pareciera que hay “genocidios oficializados” por la ONU de los cuales se pueden pedir cuentas, informes, monitoreos. Y que hay otros que ese organismo invisibiliza. Ni una palabra de Oriente Medio. Ni una palabra, ni el 24 de enero ni desde hace mucho tiempo, sobre Irak. Ni una palabra sobre las falsas armas químicas ni sobre las mentiras de Estado que el pueblo norteamericano ya le perdonó a George W. Bush reeligiéndolo. ¿Que un pueblo en particular acepte que le mientan equivale a que la ONU respalde las mentiras como arma de política exterior? ¿Vale la mentira norteamericana pero no la mentira de algún líder exótico? ¿Y qué decir sobre la enunciación, la semana pasada y por parte de la secretaria de Estado norteamericana Condoleeza Rice, sobre la nueva amenaza a países como Venezuela o Cuba? ¿Qué decir sobre la nueva fórmula norteamericana acerca de “la obligación de ser libre”, sobre el proyecto de “exportación de democracia” por la vía de las armas? ¿No le toca a la ONU expedirse al respecto? ¿No le concierne a la ONU señalar a quienes se burlan de ella y se la saltean cuando contraría sus intereses estratégicos?
Hay algo de la banalidad del mal sobrevolando estas declaraciones del Secretario General de la ONU en un día en el que se debió honrar a los muertos del Holocausto con palabras que anclen en acciones y no en conceptos que desde hace años no están evitando más muertes inocentes, ni están evitando guerras injustas, ni están evitando el mal. Si la ONU fue creada como “una respuesta a la maldad del nazismo”, hoy parece impregnada de un afán decorativo y burocrático que no frenará las nuevas formas de la maldad.
Fuente de datos: Centro de Noticias ONU 24-01-05
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