La ferocidad de la vinchuca

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Por Carlos del Frade

(APE).- La culpa es de la naturaleza. En el 80 por ciento de las viviendas de las localidades de Ulapes y Chepes, en el sur de La Rioja, hay vinchucas por miles, por millones... El Estado ha bajado la guardia -confesó el actual vicegobernador Luis Beder Herrera. Dijo, además, que el quince por ciento de los pibes de la provincia del Chacho Peñaloza y Facundo sufre el mal de Chagas.

 

La culpa es de la naturaleza.

Las vinchucas son superiores a los Estados, dicen los gobernantes de territorios que no hace mucho tiempo atrás dieron un presidente que introdujo a los chicos de todas las provincias al primer mundo y los imaginó volando por la estratosfera.

Hay más de 3 millones de enfermos chagásicos en la Argentina.

Algo que viene del siglo XIX, la otra cara de la república granero del mundo y estancia próspera para los poderosos del norte.

En la provincia que parió al dos veces presidente de las relaciones carnales con el imperio, la estabilidad y la conversión del proletario en propietario, recién ahora se vacunarán a los nenes contra la ferocidad de la vinchuca.

Extraños son los reflejos del estado riojano que como los boxeadores a punto de ser noqueados ha bajado la guardia.

Ni siquiera se enteró que desde las primeras décadas del siglo XX hay vacunas y tratamientos contra los bichitos que tienen la costumbre de crecer entre los techos de paja y las paredes de adobe.

Como lo han hecho siempre. Desde hace decenas de décadas.

Quizás el Estado riojano bajó la guardia como lo hizo aquel presidente riojano al decidir no invertir dinero en la producción de vacunas contra el mal de Chagas a pesar de los desesperados pedidos de científicos urgidos por la indolencia del poder como lo fueron Salvador Mazza y los que lo siguieron durante los años noventa.

Ahora La Rioja, la tierra de Carlos Menem, el hombre que decidió hacer del Estado un socio menor y cómplice del privilegio, sufre las consecuencias de aquella política y quiere denunciar al terrible monstruo de pocos centímetros llamado vinchuca.

Es que la guardia de aquel Estado cómplice fue para custodiar los intereses de los que son pocos y no tuvo reparos en desguarnecer a los ninguneados de siempre.

El vicegobernador riojano debería decir la verdad: “Si no fuera porque hay chicos que se mueren, conviene manejar un Estado con la guardia baja porque algunos recaudamos más para nosotros mismos”.

Pero no lo dice.

Millones de vinchucas son el problema.

No la mínima decisión política de multiplicar la vieja vacuna contra el mal de Chagas antes que se meta debajo de la piel de los pibes que únicamente tienen cuerpo y alma de números en algunas tablas estadísticas.

La culpa es de la naturaleza.

En una provincia más rica que La Rioja, donde miles de millones de dólares se exportan a través del cereal que es sacado del mismo terreno que da origen a las vinchucas, hay también científicos que gritan la soledad de los saqueados.

“La enfermedad de Chagas no es un problema aislado. En áreas endémicas está estrechamente asociado con otras enfermedades como infecciones respiratorias agudas, diarrea y otras infecciones parasitarias que afectan a un sector social particular. Estas enfermedades delimitan y están limitadas por el contexto social en el que se manifiestan. De allí la necesidad de una política no sólo sanitaria que de respuesta a esa heterogeneidad provincial”, sostiene el estudio titulado “Epidemiología de la endemia chagásica en la provincia de Santa Fe”, realizado por distintos investigadores de la Universidad Nacional del Litoral.

El impacto social de la enfermedad de Chagas “es muy grande pues aún considerando que no es elevado el porcentaje de infectados que desarrolla patología severa, se debe tener en cuenta la marginación, fundamentalmente laboral, que experimenta la gran masa de infectados asintomáticos”, se subraya en el trabajo.

En las conclusiones se puede leer que “se corrobora la multicausalidad de la tripanosomiasis americana: las variaciones en la prevalencia de la infección chagásica responden tanto a condicionantes ecológicos y económicos como a factores histórico-sociales propios de cada región. Ellos inciden en la desigualdad de oportunidades de vida y de ingresos de la población y contribuyen a la persistencia y difusión de la endemia”.

Poco y casi nada se habla del mal de Chagas en la provincia de Santa Fe.

Hasta que algún funcionario, como el vicegobernador riojano, repita que la culpa es de la naturaleza y que el Estado ha bajado la guardia.

Fuente de datos: Diario El Ancasti - Catamarca 12-01-05


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