Inclemencia

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Por Sandra Russo

(APE).- Tormenta es una palabra que suele ser usada como metáfora. Cuando el clima político, social o económico se enrarece, por ejemplo, y hay tensión de cualquier tipo, se dice que hay tormenta o que se viene una tormenta. Pero hay gente que vive en el reino de la literalidad, y que es víctima de las tormentas reales, de esas que en algunos barrios causan el anegamiento de las calles o el corte transitorio de la televisión por cable. Hay gente que vive de un modo tal que una tormenta real, con lluvias y vientos fuertes, puede arrancarle la vida.

 

Eso sucedió el 15 de diciembre en una casa pobre del partido de Florencio Varela, cuando el viento y el agua comenzaron a azotar y en la casa estaban solos dos hermanos: el mayor, de 12 años. El menor, un bebé de 2. La precariedad de la casa no soportó el embate de la tormenta. Una de las chapas del techo se desprendió, y los chicos, asustados, salieron de la vivienda. El de 2 en brazos del de 12. Protegido como se podía: el de 2 a upa del de 12. Pero el de 12, tanto más grande que el de 2, tanto más asustado, seguramente, por ser en ese momento de inclemencia el responsable de su hermano, pisó sin darse cuenta, con sus pies descalzos, una de las chapas caídas, una que estaba en contacto con un cable eléctrico. Murieron, los dos, electrocutados.

El papá remisero y la mamá ama de casa llegaron poco después al lugar. Encontraron el infierno. Al lado de la casa deshecha, sus dos chicos muertos. ¿Qué puede representar el infierno sino esa imagen que concentra la máxima expresión de la pérdida?

Una noticia exigua que podría ser asimilada a la crueldad de ciertas catástrofes naturales. No fue solamente la inclemencia del tiempo la que selló la suerte de una familia entera. La inclemencia de la pobreza generalmente colabora con eficacia en este tipo de desgracias.

Fuente de datos: Diario El Sol - Quilmes 16-12-04


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