¿Buenas y malas denuncias?

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Por Alberto Morlachetti

(APE).- Ese sueño entrañable -Pelota de Trapo- que había fundado hace ya 30 años, junto a niños de pelos chuzos y piojos acróbatas, tiene una nueva conducción: jóvenes -con una nueva carga de utopías- se han hecho cargo de la obra para seguir intentando una nueva sociabilidad humana. Me fui quedando sin abrazos. Sin esa vitalidad necesaria para un educador.

Acaso no hay imágenes más dolorosas que las que devuelven el eco de una pesadilla: esos pibes de condición desamparada que uno tiene que criar y amar por aquello de la necesaria renovación humana. Me duele demasiado cuando veo a esos niños y niñas mutilados por un sistema -lleno de epidemias- que siempre vieron al pueblo con el ojo de afinar la puntería. Como si la historia se me hubiese roto en el corazón. El tiempo también ha hecho lo suyo: me ha desvalijado sin piedad. Me he quedado tiritando -vulnerable- cerca de las estrellas mayores.

Sólo me queda la escritura -la que recogí en los caminos- para embestir con mi resto de esperanza contra esos valores tallados en el imaginario: ¡Cuidarse de los niños! Dicen. Pero no de cualquier niño, sino de los pobres, los que se cayeron de un mapa cada vez más pequeño.

He visto hace poco en un programa del Canal 26: “Buenas y Malas Denuncia”, cómo apuntan -con un montaje engañoso- contra los adolescentes que aprenden y trabajan en la Imprenta o en la Panadería de Pelota de Trapo. Por supuesto el motivo proclamado para filmarnos fue un homenaje a tantos años de trabajo con niños y jóvenes. Es cierto, hay ingenuidad en la ternura. En realidad venían a denunciar “explotación infantil”. ¡Haberlo dicho! Y así aparecen los títulos. Pero ninguno de los adolescentes de Pelota de Trapo deja entrever algún atisbo de explotación. Algún resquicio para pensar en trabajo infantil. A pesar de la emboscada. De las preguntas sin permiso.

Son hermosos esos niños que defienden una mirada de manteles: para cantar infancia, para besar familia. Ellos saben que nada grande se puede hacer con la tristeza como decía Jauretche. Al final de tantos sueños perdidos todavía me refugio en su inasible alegría para imaginar que soy feliz. Entonces la pregunta es por qué se reitera un programa 30 veces con un título que deja el corazón de a pie.

Ser periodista -para nosotros- es muchas cosas: un compromiso con la verdad, alejada de cualquier neutralidad, una verdad transformadora, que rebele. Un paradigma que llevamos en el alma: Rodolfo Walsh, dignidad desde el primer instante. Denunciar -entre los odios del día- que la pobreza mata 100 niños cada 24 horas en nuestra patria. Ese legado -de escritores mayores- que biencontamina y nos obliga a poner la mirada en la masacre de Quilmes donde murieron 3 chicos, los desesperos del país, los cementerios de pájaros blancos. Sí, disparan con los párpados, para clausurar nuestra mirada.

No es malo ser Policía, Testaferro o Rey de Espadas. Lo grave es ocultarlo.


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