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Por Sandra Russo
(APE).- La idea del prójimo existe en todas las religiones. El que para los laicos es el Otro, para los creyentes, cualquiera sea su fe, es el prójimo. Esa palabra se parece mucho a próximo: el que está cerca. Las religiones parecen gozar hoy en el mundo de una salud compleja; recobran su vigencia en conflictos de alta y de baja intensidad; la amenaza de guerra permanente que supone la reelección de George Bush apenas disimula su carácter confesional. Ahora bien: el mundo en el que se desarrollan esos movimientos es un mundo nuevamente teñido de religiosidad, pero de una religiosidad guerrera, en el que la idea del prójimo, del próximo o del Otro no tiene peso ni importancia ni prioridad ni celo. En el mundo en el que se desarrollan esos movimientos el prójimo se muere, y se muere asesinado por un enemigo al que ninguna religión le declara la guerra: al prójimo lo mata el hambre.
Según la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), 800 millones de personas en diferentes latitudes tienen hambre. El número de víctimas mortales a causa del hambre asciende a 27.300 por día. Otra vez: 27.300 seres humanos mueren diariamente de hambre. Eso equivale a la muerte de un niño cada cinco segundos. Lo que lleva releer este párrafo: cinco segundos.
El estudio fue presentado en Roma en el curso del Congreso para “La lucha contra el hambre y la pobreza”. Se sabe. Todo el tiempo hay instituciones y agencias gubernamentales y no gubernamentales que se ocupan de este tema. Si uno toma distancia es ridículo: hay fondos para mantener a mucha gente ocupándose de la problemática del hambre, pero no para detener el hambre, lo cual podría parecer utópico o romántico, pero no lo es. Cuatro o cinco acuerdos básicos entre los países más poderosos podrían levantar el piso de miseria y horror en el que se debaten esos 800 millones de personas. Al mundo no le faltan alimentos, sino políticas. Y le falta, sobre todo, idea del prójimo, del próximo o del Otro.
Una de las conclusiones más tajantes del estudio de la FAO -tajante, sí, pero no sorprendente- es que en la actualidad “el hambre es hereditaria”. ¿Qué religión admite condenados antes de nacer? ¿Qué ideología respalda este tipo de crimen colectivo? No importa lo que hagan, no importa en qué crean, no importa si sus almas son o no transparentes, no importa cómo se llaman o donde viven, ni importa si se resignan o si luchan: 800 millones de personas han nacido de hambrientos, están hambrientas y morirán hambrientas. Este es el atroz resultado de la modernidad y sus sucedáneos. Esta horrible postal de inequidad.
Hagamos la prueba otra vez: uno, dos, tres, cuatro, cinco, un niño más ha muerto.
Fuente de datos: Diario El Independiente - La Rioja 03-12-04
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