Lo básico y lo utópico

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Por Sandra Russo

(APE).- “Hace años que Concordia viene primera en desocupación, primera en pobreza, primera en indigencia. Ninguno de los últimos tres gobiernos ha hecho nada para revertir la situación”. Lo dijo Andrés Servin, el cura párroco de nuestra Señora de Lourdes, ubicada al sur de la ciudad que según los últimos datos del INDEC tiene el índice más alto de pobreza infantil: el 81,1% de los niños de Concordia son pobres.

Servin dio un pantallazo de lo que ese dato significa en la vida cotidiana de esos miles de chicos. El primer dato se desprende del sentido común: esos chicos no van a la escuela. “Desde hace 5 ó 6 años, en los 80 barrios de Concordia, el 70% de los chicos con séptimo grado, antes del noveno ya habían desertado”. Los censos parciales que se hacen están lejos de reflejar la realidad, al no cruzarse unos con otros. “Según el último Censo de Hogares, había en Concordia 500 chicos fuera del sistema escolar. Estamos todos locos. Si fueran 500, ó 1000, ó 2000, haríamos una fiesta, podríamos empezar a abarcarlos con un poquito más de esfuerzo, pero tenemos a la mayoría de nuestros chicos fuera del sistema escolar”, dijo Servin.

El párroco ahondó aún más en la descripción de ese mapa que genera deserción, desnutrición y deterioro en los lazos familiares. Indicó que ese 81,1% de niños tiene, como únicos marcos de contención posibles, la escuela y la familia. Pero a la escuela no van, y las familias... “¿cómo reforzamos la familia si su tarea elemental, que es tender la mesa todos los días en la casa, no la tienen?”

El resultado de ese abrupto corte de redes de contención es miles de chicos en la calle. Van a buscar su bocado diario los más a comedores barriales, los menos a comedores escolares. “La calle se ha vuelto el ámbito en el que el chico se mueve, y la calle no contiene a nadie”, dijo Servin, que insistió en que la única manera de rescatar a esta generación de chicos argentinos es devolviéndolos a donde tienen derecho constitucional a estar: en la escuela, y no cirujeando ni pidiendo monedas en la calle. El párroco formuló una imagen clara, contundente y tremenda para aludir, en una queja no exenta de ironía, a la indiferencia con la que este tema es recibido por los organismos del Estado competentes: “No podemos poner a estos chicos en un freezer para que no crezcan hasta que tengamos una solución definitiva”.

Y como conclusión, dando por entendido que cada uno de esos chicos tiene oportunidad de reparo en el ámbito de sus propias familias, afirmó que esa solución es un seguro por chico a través de la madre. “Pero por un monto significativo, no miserable, como los 150 pesos que no les permiten comprarles ni siquiera zapatillas.” Es básico, pero el paisaje es tan gris que hasta lo básico parece utópico.

Fuente de datos: El Diario de Paraná - Entre Ríos 25-11-04


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