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Por Sandra Russo
(APE).- El personal de la municipalidad de Santa Elena, en la provincia de Santa Fe, recibió la orden y cumplió con ella. Provistos de la maquinaria adecuada, los empleados municipales procedieron a enterrar el cargamento de latas de corned beef y otros alimentos vencidos que habían sido almacenados durante años en los galpones del frigorífico Santa Elena. El destino de las latas era un predio del barrio Hipódromo, uno de los más pobres de la zona.
Mientras los operarios cumplían con su trabajo, decenas de ojos los observaban desde la última trinchera del hambre: la desesperación. Bastó que los empleados municipales terminaran su tarea y se retiraran del barrio para que decenas de personas se lanzaran sobre el predio como buscadores de oro. No buscaban oro. Buscaban las latas de comida. Las desenterraron y se las comieron.
Atrás de esa última trinchera del hambre, la de la desesperación, no existe el hábito de la buena ama de casa que mira en el supermercado la fecha de vencimiento de cada producto. Los buscadores de oro para sus estómagos no repararon en ese detalle. Si lo hubieran hecho, habrían constatado que el corned beef había sido envasado en 1996.
Los síntomas de intoxicación no tardaron en manifestarse en esos cuerpos indefensos. Náuseas, vómitos, diarreas, cólicos abdominales: el oro para sus estómagos se volvió una bomba de esos intestinos mal llevados. “No tenemos certeza de que esas personas se hayan enfermado por consumir el producto, pero sí hemos registrado desde el sábado un aumento de trastornos gastrointestinales, sobre todo en niños”, declaró José María Grimaldi, director del hospital al que fueron derivados de urgencia al menos ocho de los vecinos. Que el médico no tenga certeza de que el corned beef vencido haya sido la causa de la intoxicación generalizada seguramente se debe a la demora en los análisis. El sentido común actúa más rápido que las pruebas de laboratorio. Pasaron ocho años desde que ese alimento era alimento.
La Corriente Clasista y Combativa (CCC), integrante de la multisectorial del barrio Santa Elena, emitió un comunicado en el que denuncia como un acto “casi criminal” el hecho que los operarios municipales hayan enterrado las latas de comida vencida en un barrio “en el que la miseria y la pobreza empuja a acciones desesperadas de la gente con hambre”.
El hecho no pasó a mayores. Las intoxicaciones no fueron de gravedad y el botulismo quedó descartado. Una postal, apenas. Una foto. Una puesta en escena atroz de la miseria. Esos ojos -imagínenlos- observando desde la propia oscuridad que les impide discernir que esa lata que contuvo en su momento, hace tanto, un bocado sabroso, es ahora una prueba más de que para algunos la búsqueda de El Dorado ha quedado reducida a escarbar en la tierra hasta encontrar la peste.
Fuente de datos: Diario Análisis Digital - Santa Fe 17-11-04
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