La tanda

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Por Sandra Russo

(APE).- A quince kilómetros de Catamarca está el Departamento de Fray Mamerto Esquiú. En el Departamento de Fray Mamerto Esquiú hay un pueblo que se llama La Falda y una posta en la que los vecinos reciben la única ayuda oficial: algunas cajas de leche. Más de la mitad de los chicos que las reciben están desnutridos. Padecen hambre crónica. Sus padres y madres también fueron niños desnutridos.

La médica Mercedes Chalave, a cargo del centro asistencial de Fray Mamerto Esquiú, declara al diario El Ancasti, no se sabe si con más resignación que indignación o viceversa, que “la desnutrición siempre existió, al menos en los últimos veinte años en los que trabajé en la posta de San Antonio”. ¿Qué significa que alguien diga que “la desnutrición siempre existió”? ¿Que está haciendo una denuncia o que está describiendo un estado inmodificable de las cosas?

El hambre en esos niños ya dejó su marca irreparable. Había mucho que perder y ya se perdió. Las madres de La Falda se quejan. Les racionan las cajas de leche. Una familia con varios chicos recibe una caja, una sola caja. El personal de la posta también se queja. Les dan para repartir, por mes, apenas cincuenta cajas de leche. En la posta tampoco hay heladera. Si hay vacunas, se vencen. No hay esterilizador. En la sala de espera, los bancos están hechos con cajones de manzana.

La familia Ruiz tiene cinco hijos. Tres están desnutridos. Todos viven con 150 pesos por mes de un Plan para Jefes de Hogar. Uno de los chicos tiene un problema cardíaco derivado del bajo peso. La familia Bazán tiene dos hijos púberes, los dos desnutridos. Uno de ellos tiene abdomen prominente y lesiones en los labios y en la piel. La familia Vega deja a todos sus hijos al cuidado de la niña mayor, de diez años. Todos tienen bajas defensas, parásitos y problemas de aprendizaje. No van a la escuela a estudiar. Van a comer, pero en la escuela tampoco hay alimentos. A veces con unas frutas los conforman.

¿Se acuerdan de Barbarita, la niña que lloró de hambre en el programa de Jorge Lanata y que hizo llorar a muchos espectadores que no podían creer que “eso estuviera pasando en la Argentina”? Eso es lo terrible de los medios. Que convierten absolutamente todo en espectáculo, hasta el hambre infantil. Y eso es lo terrible de cada uno de nosotros, esa capacidad para conmovernos y olvidar, conmovernos y olvidar, conmovernos y olvidar, ese tic tac que nos regula la conciencia y la indiferencia. La cámara capta un pliegue por donde asoma lo inenarrable, el espectador no tiene más remedio que ver, y se produce el escándalo de la mirada: ¡Niños con hambre! ¡Que lloran de hambre! ¡Intolerable! ¡Mandemos alimentos no perecederos! ¡Hagamos películas, documentales! ¡Tengamos insomnio una o dos noches! Y ahora, una tanda.

Están ahí. Siguen ahí. Son muchísimos. Viven sus malas vidas en una larga tanda publicitaria que tiene distraído al resto de la sociedad. Viven como pueden y como están, como los hemos dejado: solos.

Fuente de datos: Diario El Ancasti - Catamarca 16 y 17-11-04


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