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Por Silvana Melo
(APe).- En plena cuarentena murió Evelyn, en Capilla del Señor. El 26 de abril, mientras el fantasma del covid19 recorría los pueblos y los barrios y cerraba las puertas de las casas de todo el país, Evelyn Maglioni moría de cáncer en uno de los territorios más fumigados de la zona agraria argentina. Tenía apenas 28 años. Un año atrás, cuando la enfermedad se le presentaba brutalmente, dos vecinas de los barrios Esperanza y San José recorrían casa por casa preguntando a los vecinos de qué se había enfermado cada familia. Encontraron 45 casos de cáncer en 30 manzanas. En el 34 por ciento de las casas habitaban dolencias parientes de los agrotóxicos. Las planillas a mano de Johana Tejera y María Troilo siguen siendo hoy la única constatación de la tragedia del partido de Exaltación de la Cruz. El Estado se ha negado sistemáticamente a tomar partido por la gente. Y para Evelyn ya es irremediable.
“Las enfermedades y fallecimientos de personas jóvenes son cada vez más frecuentes, son más jóvenes y más niños y los números se vuelven alarmantes”, dice Carina Miqueo a esta Agencia, desde Exaltación Salud, una organización en defensa de la vida ante las consecuencias del modelo agroindustrial. Teme que si se relaja la lucha, ese ensañamiento del cáncer con los adolescentes y los niños “se vuelva una normalidad”.
Johana Tejera tiene 21 años y es peluquera, cuando puede. Después de la encuesta “presentamos un proyecto en el Concejo donde exigimos el análisis del agua, un campamento sanitario a cargo del doctor Damián Verzeñassi y las fumigaciones a 3000 metros del casco urbano, lo que no fue aprobado por los concejales de turno”. Carina Miqueo tiene muy presente ese momento: “se votó sobre tablas; estuvimos ahí y votaron en contra de que el municipio haga un estudio a través de las universidades de Rosario o de Córdoba y de que provean de agua a los barrios San José y Esperanza por los números que habíamos detectado. Más allá de que se valora el esfuerzo de las vecinas, queríamos que una universidad hiciera un estudio mucho más profundo. Y votaron que no”.
“Supuestamente –dice- tenían un estudio de agua en marcha. Otro argumento no presentaron. Tuvieron que decir que no y quedar expuestos. Nosotros estábamos con los teléfonos, transmitiendo en vivo”. Los estudios de agua “nunca nos fueron entregados”. Los vecinos se enteraron por “una publicación de ellos que la presencia de agroquímicos dio negativa”. Con la salvedad de que “usaron un laboratorio privado, el estudio no fue hecho por una universidad”. Y al estudio “no los vimos y por lo tanto no nos consta”.
“Mientras tanto siguen tirando agrotóxicos frente a los barrios afectados”, asegura Johana, después de recordar que sólo a partir de un amparo judicial –dictado en septiembre de 2019- lograron que se prohibieran las fumigaciones a menos de 1000 metros del sector urbano.
Redes
Hace ocho años que en Exaltación de la Cruz los vecinos comenzaron a armar redes alrededor de sus propios dolores. Capilla del Señor y Cardales vivían –viven- rodeados de sembrados de soja y vieron crecer “los casos de cáncer y enfermedades autoinmunes”. Carina Miqueo cita “tres casos de esclerosis múltiple en personas jóvenes” en el barrio San José de Tala de Cardales. “En la simple percepción de un vecino es mucho”. Fue en 2012, cuando “a partir de la fumigación en el campo de enfrente de nuestro barrio tuvimos contacto con la secretaria de Medio Ambiente de Campana. Ella contaba con un estudio en ese momento que comprobaba que los casos de cáncer en Exaltación eran proporcionalmente mayores a los Campana a pesar de que ésa es una ciudad industrial”. Carina está convencida “de que hoy se deben haber triplicado”. Por eso “estamos presionando para que se ocupen, pero es un modelo muy arraigado desde el estado y a pesar de que el gobierno asegura que le importa nuestra salud, la de todos, en lo que hace a agroquímicos evidentemente no”.
En marzo las fumigaciones y la producción agropecuaria –sin especificar si es agroecológica o agroindustrial- fueron declaradas esenciales por el Gobierno Nacional. Un día después de que el cáncer terminara con la vida de Evelyn, el Ministerio de Relaciones Exteriores redujo los aranceles para la importación de insumos para fabricar agrotóxicos en la Argentina. En plena cuarentena estricta, cuando el covid19 andaba golpeando puertas.
Rodeados
Bruno Lauga jugaba con Evelyn y su hermano cuando eran niños, en el barrio Esperanza. Tiene una militancia activa desde que comenzó a tomar conciencia “del daño, de las enfermedades”. En los dos barrios donde se realizó la encuesta “hay muchísimos casos de cáncer pero también de alergias, de asma, de tiroides. En mi casa parte de mi familia tiene problemas de tiroides”, dice a APe.
Hace dos años una sobrina de Bruno, de apenas 15 años, murió por cáncer de colon. Una enfermedad que suele desarrollarse por encima de los 50 años. Pero, asegura Carina Miqueo, no es el único caso en niños y personas jóvenes. “Hay cánceres de personas inexplicablemente jóvenes y son fulminantes. Que este tipo de casos no llame la atención de las autoridades es increíble. Están dispuestos a mantener un modelo genocida”.
“Estamos rodeados de venenos, tenemos campos de soja, hemos encontrado bidones de venenos en las calles... Lamentablemente han fallecido 3 niñas de entre 14 y 15 años... es mucha la impotencia”, se angustia Johana Tejera.
Un mes antes de que Evelyn supiera de su cáncer de útero, comenzaban las clases en Capilla del Señor. Un avión sobrevoló lanzando sobre dos escuelas su bomba química en el paraje Parada de Robles. Los chicos tuvieron que ser evacuados desde el estreno. Y a esa imagen la vio todo el país, impávido. Hoy (casi) nadie la recuerda.
Exaltación de la Cruz es un partido agropecuario, con unos 44 mil habitantes. “Antes había tambos, había ganado, quintas, ahora permanecen las quintas no agroecológicas y campos sojeros. Los tambos fueron desplazados y las quintas familiares también. Estamos rodeados de sembrados. Hay una pequeña aglomeración de gente y, alrededor, todo campo”, describe, como si fuera el horizonte, Carina Miqueo.
Los mil metros del amparo penden de un hilo, como sucede con los dictámenes urgentes de la Justicia que siempre posterga las decisiones de fondo. Y cuando finalmente las toma, suele hacerlo recostada en el poder establecido. Ese que no se mueve nunca de su trono, a veces más en la luz, a veces más en la oscuridad.
“El control que hay es el de los vecinos”, aseguran. “En 2012 éramos tres gatos locos que hablábamos de esto y nos miraban raro. Ahora hay muchos movimientos más armándose, la agroecología está en auge y hasta el mismo Municipio nos hizo un guiño y está en el Renama”, dice Carina Miqueo sin terminar de creer demasiado en el compromiso real con la agrupación de ciudades que practican la agroecología y que dirige el ingeniero agrónomo Eduardo Cerdá.
Exaltación “es un pueblo chico, con las mismas familias de origen, de terratenientes, una comunidad médica que no se compromete con relacionar las enfermedades con los agroquímicos en un certificado, de aquí no hay posibilidades de irse, si le pasa algo a mi familia qué hago… termino asumiendo que si no hubiera estado viviendo acá no le hubiera pasado”, lamenta Carina. “Los que están defendiendo lo indefendible que es que nos envenen y nos maten, son aquellos que tienen intereses económicos como la Sociedad Rural, el Municipio, que se empeña en decir que las buenas prácticas agropecuarias (BPA) son inocuas y no causan daños genéticos”, se fastidia Johana.
El Intendente “hizo acuerdo con el Renama pero no tenemos respuesta a nuestros problemas: nos tiraron cloro en polvo en el tanque de agua del barrio, luego "hicieron" el análisis de agua a espaldas de los vecinos y bueno… el resultado dio que el agua es más pura que la del glaciar...”, dice Johana a APe. La Municipalidad de Exaltación publicó en su Facebook el 26 de junio de 2019: “EL AGUA DE LOS BARRIOS SAN JOSÉ Y ESPERANZA ES APTA PARA CONSUMO (sic las mayúsculas). Se comunica a la comunidad de los barrios San José y Esperanza que el estudio del agua realizado en los mismos, respecto a la detección de agroquímicos, en particular Glifosato, ha dado negativo. Dicho análisis se realizó en el Laboratorio Melacrom”.
Permanencia
Mientras tanto, siguen llegando niños y niñas al hospital Garrahan atravesados por cánceres y leucemias, como daños colaterales del modelo agroindustrial que ha impuesto al veneno como su pata de sostén. Llegan desde las regiones más fumigadas. Pero sus cánceres y sus leucemias no son analizados por sus causas. Alguna vez, acaso, se legisle un examen obligatorio de agrotóxicos en sangre a los niños que lleguen desde las zonas furiosamente agroindustriales. Para poder, después, tener referencias sanitarias claras. Y no depender de la voluntad y la fuerza de dos vecinas en Exaltación, para después endilgarles “poca seriedad” desde el mismo Estado que los ignora.
“Desde el 96, cuando Solá y Menem abrieron las puertas a Monsanto, es la única política de estado que se mantuvo gobierno tras gobierno. La seguridad, la economía, todo fue cambiando, todos pusieron su impronta. Pero el modelo extractivo se mantuvo”, define Carina Miqueo.
“Muerte tras muerte, enfermedad tras enfermedad”, agrega. “Sin este modelo no existirían estas muertes”. Dicen los médicos de los pueblos fumigados que allí se sufre un 30% más de cáncer que en los pueblos que no lo son.
Mientras tanto, el modelo sigue en pie. Fuerte y sólido. Intacto. Pero Evelyn no está más.
Edición: 4000
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