La niñez envenenada por decreto

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Por Silvana Melo
     (APe).- Y pudieron torcerle el brazo al Gobernador de Entre Ríos. Los ruralistas cortaron el túnel, hace un mes no más, para que se les permitiera seguir envenenando con naturalidad. A la tierra y al aire. A los pájaros y a los niños. A las escuelas y a lo que se come todos los días. Embanderados en la preexistencia. Poniendo el pie en que la tierra estaba antes. En que el campo fue primero. Y las escuelas y la gurisada son subsidiarios del sistema. Y lo lograron. En el mismísimo día de la Pacha el gobernador Bordet ofrendó su decreto. Por tierra, a cien metros de las escuelitas. Por aire, a 500. Un retroceso monumental, como para demostrar quién tiene poder de presión por acá. Que no son los niños ni las seños, que seguirán fatigando esos aires densos que se meten en la nariz y cortan la respiración. Y que a lo largo de los años –y a eso no lo dicen ni el gobernador ni su decreto ni los que existen desde siempre ni el Senasa- les alterarán la genética, las hormonas, se les instalarán en la sangre y los irán enfermando despacito, arteramente.

El decreto nuevo del gobernador, que es Bordet –que es PJ y no es Benedetti que era Pro, entonces no es un partido, no es la grieta, es el capitalismo-, pone en marcha las aplicaciones terrestres con glifosato y otros socios de lo que se llama clase toxicológica III y IV, a apenas 100 metros de las escuelitas. Si es por aire, a 500. Y si no están conformes, que se las lleven al pueblo. Al final, como decía el dirigente de la Federación Agraria, tanto lío por unos pocos pibes que justifican el sueldo de una maestra.

A 500 metros de la escuela ya tienen permiso para tirar los venenos más tóxicos. A tres mil metros, por aire, también.

El Decreto (2239/19) es una letra legal cortada, cosida y planchada para la mesa de los agronegocios. Con un plan basado en las clasificaciones del Senasa, que determina la inocuidad o no de los venenos y la graduación de su toxicidad. Pero lo hace, previsiblemente, como herramienta de un modelo al que responde.

La Coordinadora por una Vida sin Agrotóxicos de Entre Ríos, Basta es Basta, se pregunta “¿en base a qué clasifica el Senasa?. Es el punto para discutir y evaluar qué tipo de sustancias están habilitando para ser liberadas en nuestro ambiente y sobre las cabezas de nuestra gente”.

“La resolución 350/99 de Senasa” –dicen- “categoriza productos químicos y/o formulados sólo por toxicidad aguda” es decir, evalúa si ante una exposición, la víctima se muere o no. Pero “no evalúa los procesos ni analiza el surgimiento de enfermedades crónicas como los efectos de disruptores endócrinos, el desarrollo del cáncer y el daño genético que afecta con más fuerza en la primera infancia y el embarazo”.

En el país, dice Basta es Basta, “se utilizan formulados considerados legales que en sus propios países de origen han sido prohibidos hace años porque el Senasa lo permite”. O se prohíben pesticidas aunque se les deja un limbo de legalidad hasta agotar el stock. Para que nadie vaya a perder un centavo. Aunque cueste alguna vida más. Como sucedió en 2011 con el endosulfán. Y sucede en estos días con el 2-4D.

En el medio están los niños. Los que juegan en el patio cortado por los alambrados, coronado por la soja y el maíz, pulverizado por los mosquitos que el decreto deja acercarse a una cuadra y un centímetro del casco de las escuelitas. Y acá no se habla de horarios ni de días.

En el medio están los pibes de la escuelita 66 Bartolito Mitre del departamento Gualeguaychú donde ya no vive Estela Lemes porque una fumigación tras otra la dejó con clorpirifós en sangre y una polineuropatía que le poda las fuerzas.

En el medio tanta escuela de personal único diseminada en medio de la nada con una maestra y dos chicos, sin señal de celular ni cercanía con la vida, soportando la lluvia de veneno que les acerca el viento.

En el medio están los gurises de la 44 de Santa Anita, departamento de Concepción del Uruguay, que son otros pero son los mismos, por los que la seño Mariela Leiva provocó la primera sentencia contra una fumigación indiscriminada. Sentencia que buscan revocar en estos días cuando todas las balanzas se inclinan hacia el mismo oeste.

A ellos hay que desenvenenarles la tierra. Para ellos hay que empezar a construir caminos sin mosquito, cielos sin pulverizadores, escuelas sin dirigentes – topadora que quieran arrancarlas.

Hay que empezarles el rudimento de algún mundo nuevo. Para que no se encuentren sólo con éste.

Para que ésta no sea sólo una peli terrorífica de decretos y envenenadores.

Edición: 3919

 


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