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Por Claudia Rafael
(APe).- Los sueños de los niños suelen estar aferrados a la crin de un unicornio. Sobre todo si se tienen 8 años. Pero al nene de Las Catonas, en Moreno, que apareció en todos los medios como el “precoz delincuente” que con un revólver entró a una joyería y quiso alzarse con un botín de película, los sueños se le fueron soltando y echaron vuelo a otros cielos lejanos. Cuando tras la maratón mediática del video en el que se ve al nene frente al mostrador con la voz en off del dueño de la joyería, su mamá se presentó en la comisaría y “lo entregó”, dicen que contó también: Que tiene cinco hermanos de 13, 12, 6 y 3 años y uno de dos meses. Que “no tiene padre y no va a la escuela porque el año pasado fue expulsado”. Que “fue echado cuando cursaba segundo grado y se bajó los pantalones para mostrarle los genitales a una compañera”. Que ella hace changas limpiando en casas ajenas.
En medio de los históricos espasmos sociopolíticos que buscan mayor punitividad a edades cada vez más tempranas, la historia del niño de Las Catonas es un anillo perfecto para los “especialistas” que levantan sus voces. Y que se irán regocijando ante el perfeccionamiento delictivo que el correr de los años le vayan ofreciendo para justificar los discursos de punitividad.
“Si ayer fue un vago, mañana será un malhechor”, escribía Jorge Williams ya en 1899 en un proyecto legislativo sobre la infancia en esta Argentina que perseguía a los niños como los portadores del peligro que debían ser arrancados de sus familias para ser criados en patronatos.
Y si es un “malhechor” ¿no merece acaso rejas, imputaciones, feroces buzones que lo castiguen para proteger a la sociedad bienhechora que es su víctima predilecta? ¿No merece, como a los niños de los que hablaba Williams, que se lo encorcete en los depósitos para el escarmiento?
Hace ya once años, Miguel Semán escribía para APe: “Los pibes no se sienten impunes. La impunidad suele ser un privilegio de los inquilinos del poder. Los pibes se sienten como están: desnudos y perdidos, sin saber a dónde ir en un país que ha dinamitado los puentes mucho antes de que ellos llegaran”.
El pibe de ocho que se presentó en la joyería con un arma ya tiene la sombra del fuego sobre la nuca. Y no es desde ayer o antes de ayer en que las cámaras lo iluminaron y lo hicieron famoso por un instante sino desde mucho tiempo antes. Cuando los designios del Estado definieron de qué lado de las pertenencias y las no pertenencias caería derramado.
Hay un niño que pierden todos los poetas, escribía Lorca. Lo pierden los poetas, lo pierden los escribientes, lo pierden los manipuladores del poder, lo pierden las escuelas y los funcionarios, lo pierden los ministros de las tragedias previsibles, lo pierden los presidentes de los océanos y los ríos, lo pierden todos y cada uno de los adultos caminantes de este suelo de impudicias que se olvida de que los sueños de un niño deben viajar definitivamente aferrados a las crines de los unicornios.
Edición: 3822
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