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Por Bernardo Penoucos
(APe).- El niño tiene 10 años y dejó de ser niño porque robó, o al menos así definen este bruto pasaje de la niñez a la adultez los adultos que lo golpean en manada, haciendo que la sangre de la nariz ahogue al niño por la boca hasta casi no lograr el respiro. Así va a aprender, vociferan los grandes, en una suerte de pedagogía de la violencia.
El niño -ahora adulto según otros adultos- está en el medio de los gritos y de los puños en una esquina de la ciudad de Córdoba, los mayores que ya definen al niño como adulto le dan la bienvenida al mundo de la madurez, lo reciben a golpes y a insultos, desde un metro
más arriba los puños de los transeúntes bajan pesados hacia el cuerpo del pibe temblando, el pibe -llorando como niño- reclama que lo suelten mientras decenas de manos se disputan el cuerpo, va de un lado al otro el niño mientras la remera - manchada en rojo- se le va deshilachando como un harapo cualquiera.
Niño era el niño cuando besaba la calle o pedía monedas, niñez era la del niño cuando dormía en los trenes y soñaba de frio; nadie lo veía entonces, nadie lo descubría y así nadie lo nombraba. Pero, como en un pasaje impuesto y aterrador, la adultez lo recibe de mala gana y lo pone en escena. Algunos lo filman y lo describen como el ladrón que se hace el niño; otros lo filman mientras le pegan y lo aturden. Otros, los menos, tratan de arrancarlo de esa política del linchamiento que hemos sabido conseguir.
No se lo llevó una ambulancia, sino que se lo llevó el patrullero, así sangrando no más, así temblando de miedo. Qué ha sucedido en estos lados de la tierra para que las niñeces de chapa y cartón sigan siendo arrastradas por el lodo de la adultez embrutecida, qué ha sucedido en estos lados del dolor para que el niño conozca el patrullero antes que la escuela.
Cómo construirá ese niño sus lugares posibles, cómo organizará sus recuerdos, cómo deconstruirá ese pasaje impuesto a la adultez temprana. Qué será para el niño, por ejemplo, el amor.
Qué adulto será ese niño, qué penas arrastrará, qué broncas y qué país.
Edición: 3375
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