El macrismo, etapa superior del kirchnerismo

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Por Alfredo Grande

(APe).- No son pocos, en realidad somos muchos, los que aún no podemos aceptar en la plenitud de una aceptación intelectual, afectiva y política, que el presidente de los argentinos sea el ingeniero Macri. Todavía estamos en el período de adaptación activa y resignada a la realidad. Dos emociones se disputan la primacía: la bronca y la tristeza. El miedo ya se ha instalado y será frecuente que nuevamente se observen estados de pánico. La pregunta maldita sigue siendo: “¿qué hicimos para llegar a esto??”.

Parafraseando el título de una película, no estaría mal la pregunta de un hijo a su atribulado padre: “¿Qué hiciste en la democracia papá?”. Después de más de 30 años de la gobernabilidad de los votos, la democracia sigue siendo una entelequia que sirve para el camuflaje perfecto de prácticas no democráticas. Democracia sin aditamentos, es lo mismo que decir “familia” sin aditamentos. Hay familias y familias, además de la propia. No es lo mismo, incluso es lo opuesto, la familia patriarcal, la familia monoparental, la familia ensamblada, la mal ensamblada, la familia por lazos de afinidad, la familiaridad, etc

Con la palabra “democracia” no hacemos lo mismo. Democracia a secas. Yo me permito (alguien tiene que hacerlo) señalar que la obstinación de utilizar la palabra democracia como un absoluto (recordar la antinomia democracia o dictadura) es reaccionario. Una democracia patriarcal está más cercana a un feudalato que a una república de iguales. O al menos, de una república de parecidos.

Una democracia representativa donde los representados sólo tienen habilitado para expresar su disconformidad el espacio público, hasta que viene el lobo feroz de la gendarmería, es más parecido a una franchaising que a una república de iguales o al menos de parecidos. Plebiscitos vinculantes, revocación de los mandatos, autarquía en las comunas, jefes comunales que no puedan hacer dinastía, cuestiones elementales para una república de iguales o al menos de parecidos, nada de eso parece posible. Ni siquiera probable.

El reduccionismo de votar cada dos años es una forma de caricatura democrática que nadie interpela. El único fraude que se denuncia, y tampoco siempre, es el electoral. Pero el fraude político, cultural, social, tiene impunidad celestial. Menem, el mejor de todos, porque sinceraba a futuro sus colosales estafas, lo expresó con galanura: “si decía lo que iba a hacer no me votaban”. Hemos progresado. Ahora Macri dijo lo que iba a hacer, y también lo votaron.

La absoluta falta de credibilidad de Daniel el Tranquilo hizo que aún la campaña del “miedo” resultara ridícula. Y de todo se vuelve, menos del ridículo cuando se pretende sostener lo solemne en detrimento de lo serio. La candidatura del motonauta, que incluso busco réditos con su recuperación física y deportiva, como si fueran vinculantes de la capacidad de gobierno, fue saboteada por propios y propias. No mencionado, una “danielfobia” se apoderó incluso de la Jefa del Estado. Es como presentar para un levante a un amigo y decir: “discúlpale el mal aliento”. Y eso pasó: Daniel tenía mal aliento desde su pasado menemista, el sometimiento a los mandatos K, incluso siendo gobernador, la aceptación resignada disfrazada de lealtad de Mariotto y luego Zanini.

Siempre más de lo mismo y cada vez menos de lo diferente. Ni los votos de Mauricio ni los votos de Daniel fueron sólo por amor. Hubo más espanto y por eso el triunfo absoluto no fue del voto en blanco, sino del voto en “anti”. Penoso saldo de esta democracia que tuvo un parto de nalgas con el genocida Bignone pasando un bastón lleno de sangre derramada y negociada a las manos del presidente que fuera bautizado como el padre de la democracia.

Con licencia de Bonasso, Alfonsín fue, pero no fue todo lo que debió ser. Hago referencia al necesario libro de Miguel: “El presidente que no fue” donde analiza los 45 días del camporismo. No llegamos a Macri Presidente por un infortunio. Unos puntos más o unas comas menos. La casta gobernante ha trabajo sin prisa y sin pausa en una gobernabilidad reaccionaria, donde el Partido Clerical, el Militar y el Empresarial son impunes de impunidad absoluta.

El reduccionismo de acotar la corpo a la mediática, la guerra santa contra el CEO de Clarín mientras La Nación resulta intocable, no son sin consecuencias. Clarín miente, pero otros y otras también mienten y no pocos engañan. La ley antiterrorista, el proyecto X, la sistemática violación de los derechos humanos en “democracia”, la miseria real y la miseria cultural instalada en casi todas las provincias, que apenas son colonias de la metrópoli llamada Puerto de Buenos Aires. Algunos llaman a esto co participación federal, que es lo mismo que decir que una violación es sexo consensuado.

El macrismo va a ser, ya lo está siendo, una etapa superior en la distribución de la riqueza para que haya más ricos que antes. Una etapa superior en desmantelar leyes con potencial de cambio político y social (ley de medios, ley de salud mental, ley de identidad de género). Paradojalmente, y para avalar el tema del engaño, la ley anti discriminatoria nunca fue sancionada durante la década ganada. Los lobos se han probado tantas pieles de cordero, con modernos adhesivos, que ahora es muy complejo llegar al verdadero rostro. Y en él mientras tanto, habrá cientos de miles de trabajadores precarizados, tercerizados, sin contención legal, incluso en el Estado que el kirchnerismo administró, que tendrán que morar muy al este de cualquier paraíso.

Si tuviéramos el fuerte deseo de responder la pregunta: “que hicimos nosotros para llegar a esto”, si decidiéramos realizar un análisis colectivo de la propia implicación, si los dioses de la política recordaran que son mortales, entonces hasta Macri podría tener algún efecto terapéutico. No es el kirchnerismo el garante de la lucha contra el macrismo. Lamentablemente, fue el garante de su triunfo. Pero todos podemos cambiar, mejorar, reconocer errores, aceptar responsabilidades.

Ayer Utpba entregó los premios Mario Bonino. La Agencia de Noticias Pelota de Trapo fue uno de los distinguidos. Claudia Rafael y Dario Cid recibieron el merecido premio que fue precedido por un emocionado aplauso para nuestro Morla. Alberto Morlachetti nos enseñó que con ternura venceremos, si esa ternura, agrego yo, la ejercitamos entre compañeras y compañeros. Hubo un analizador espontáneo. Adolfo Pérez Esquivel recibió su distinción y terminó diciendo: “la lucha continúa”. Alguien pretendió corregirlo: “la lucha empieza”. Y ese es un tema fundante. Para algunos y algunas, ahora empieza una lucha que el kirchnerismo hacía innecesaria. Para otras y otros, la lucha continúa hasta la victoria siempre, porque no se trata de cambiar gobiernos, sino de arrasar con el modo de producción de bienes y personas que la cultura represora impone. Por eso lucharemos para que esta “etapa superior” sea derrotada.

 Edición: 3071


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