10 años

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Por Alberto Morlachetti

(APE).- El capitalismo es -posiblemente- el sistema más perverso creado por el hombre. Los humanos fugamos -alguna vez- de la condición animal y tiempo después tenemos la sospecha de ser capturados nuevamente por las sutilezas de la naturaleza. ¿Pero tendremos suerte de convertirnos -en un salto hacia atrás- en el alado Pegaso? Creemos que nuestras miserias no alcanzarán nunca la “resurrección” por el absurdo de sociedad que hemos conquistado, por el desprecio de los ríos, por el cielo impuro de los pájaros. Un rechazo de los reinos de la naturaleza con aire de combate.

 

Un niño de 10 años falleció el 12 de marzo tras caer en la media tarde de un tren de la ex línea Sarmiento -a la altura de la estación Villa Luro- en el que viajaba acompañado por su hermano, un año mayor, con destino a la estación Once en Capital Federal para recoger cartones, según fuentes policiales. Las autoridades informaron que el pequeño estaba jugando a trabar una de las puertas automáticas y al perder el equilibrio cayó del tren: siempre sobran emboscadas y ausencias.

Cargaba -quizás- con un nuevo paradigma que puede haber restos de dignidad en la “degradación más extrema”. Cartoneando pedacitos de vida que le permitiera sumar un cachito más de mañana. Tenía 10 años y olía a adultez -que asumió quien sabe cuándo- como tantos pibes que forman continentes enteros de despojo. Éste es el mensaje atroz que los niños sobrevivientes llevan a la ciudad de los hombres.

¿Es un accidente que asesinos anónimos -que alcanzaron las más altas legalidades- empujen a un niño de 10 años a subirse a un tren porque ya habían trazado su ruta para atravesar la región de los muertos? Entre los dos últimos latidos han pasado por su almita imágenes de una infancia arrebatada a golpes de desamparo y el sol que despliega pétalos ardientes como una flor vanidosa.

Fuente de datos: Diario Popular 13-03-06


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