La verdad, atronadora desde abajo

Y ante el terror redimido, ante la sangre de los hijos y de los nietos que vuelve a llover con las tormentas, ante las heridas que se desgarran nuevamente como si la carne se hubiera roto ayer, ante la criminalidad entronizada, ante la crueldad de rango institucional, bajó la calle. Centenares de miles. Más de un millón en todo el país se apropió de la calle.
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Por Silvana Melo

Foto de apertura: Francisco Loureiro (Clarín)

(APe).- Un día los dos demonios sincoparon y dieron paso al negacionismo. Otro día amaneció con la irrupción descarada de la reivindicación del terrorismo de Estado. Ni treinta mil ni desaparecidos ni asesinados. Bajas en una guerra. En el país de la memoria. De la verdad. De la Justicia. Cuando cincuenta años después se los sigue juzgando. A pesar del repliegue de la política. Y de la mezquindad del poder judicial.

Y ante el terror redimido, ante la sangre de los hijos y de los nietos que vuelve a llover con las tormentas, ante las heridas que se desgarran nuevamente como si la carne se hubiera roto ayer, ante la criminalidad entronizada, ante la crueldad de rango institucional, bajó la calle. Miles, decenas de miles, centenares de miles. Más de un millón en todo el país se apropió de la calle.

Sin policía. Sin ministra. Por lo tanto, sin violencia. Por si no había quedado claro por dónde se rompe el huevo que la engendra.

Un grito inmenso desde Plaza de Mayo a la Plaza de los Dos Congresos. Desde donde se gobierna hasta donde se legisla. Desde donde unas y otras instituciones han decidido hacer, decir y callar de espaldas a la palabra multitudinaria de la calle.

Un grito inmenso que parecen no haber escuchado pero que debe estar incomodando la omnipotencia de tanta procacidad intelectual y discursiva.

Plazas y plazas desbordadas en todo el país, superando ampliamente los centenares de miles que se plantaron el año pasado son un mensaje enceguecedor en el cielo donde las fuerzas comienzan a abrirse para dejar pasar a la verdad. Que llega atronadora desde abajo.

La verdad. Que tiene los huesitos doloridos, que llega en silla de ruedas, que bordea los cien años, que arranca de casa todos los 24 de marzo para volver a pelear como hace medio siglo contra caballerías y terror reciclado por autócratas berretas.

La verdad tiene en sus espaldas dolor, gritos ancestrales, la historia como aliada, fallos por genocidio, la sangre en venas como ríos y los vientres vacíos. La verdad cumplirá mil años y llevará pañuelo blanco.

Y bajará a la calle cuando la hostiguen y la seguirán millones.

Aunque los horribles se adueñen de estos cinco minutos del tiempo infinito de la humanidad.


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