La Forestal, mates y chat GPT

La Gallareta, en el norte profundo de Santa Fe, es la geografía del ecocidio de La Forestal. Allí la pelea cotidiana de las pibas y los pibes es desigual pero la llevan adelante con lo que tienen y como pueden. Saben que del otro lado de las delicias prometidas por las tecnologías puede aparecer un modelo de mayor dependencia y menos libertad.
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Por Carlos del Frade

(APe).- Los galpones suelen ser escenarios de murales que sintetizan las siempre contradictorias corrientes sentimentales de una comunidad. En La Gallareta, donde todavía está la corona de alambre que representa el atributo de la reina de Inglaterra, norte profundo de la provincia de Santa Fe, hay un dibujo de gente que se va por el camino, se aleja de esa geografía en la que cerró el último ingenio de La Forestal, la poderosa multinacional que produjo un ecocidio con la complicidad del estado de Gran Bretaña y cuyos costos todavía son sufridos en estos saqueados arrabales del mundo, seis décadas después.

El portal de ingreso a La Gallareta dice “capital nacional de la amistad” y su gente asegura con sólida convicción y ternura que siempre hay un gallaretense en cualquier lugar del planeta. El dibujo del mural que expresa el éxodo permanente y el mito de la omnipresencia tienen un denominador común: los movimientos de exilios que produjo La Forestal cuando cerró su último ingenio en 1964.

En estas tierras de lagunas como El Palmar en manos privadas y miles de hectáreas en poquísimas manos, chicas y chicos de séptimo grado no llegan a terminar la primaria porque suelen fugar en busca de dinero con sus familias a los tambos que aparecen como durísima fuente laboral en la provincia de Córdoba. Trabajadores comunales que ganan menos de medio millón de pesos mensuales se las ingenian para darle vida a la Biblioteca Popular “El Tanino” y deambular por las escuelas del departamento más grande de la provincia para contagiar la identidad de los pueblos forestales.

Las chicas y los chicos que están a punto de terminar la secundaria piensan en el viaje de estudio y la fiesta de graduación porque si no lo hacen ahora, cuándo lo podrán hacer, afirman y sostienen una disputa cotidiana para que los dejen tomar mate en las largas horas de escolaridad.

En Garabato, en otra biblioteca popular, la “José Pedroni”, que siempre inventa excusas para el encuentro y el descubrimiento de los libros como hecho revolucionario para cualquier existencia, las chicas y los chicos de cuarto año aprovechan la charla sobre inteligencia artificial y chat GPT para manifestar sus contradicciones sobre el uso del celular. Sucede que hace dos meses les prohibieron llevarlos a la escuela. No solamente por la distracción en las aulas si no por los mensajes agresivos entre compañeras y compañeros que producen una densidad de intolerancia que no le hace bien a nadie.

-En estos dos meses sentimos que mejoramos la relación entre nosotros. Nos hizo bien – dice una de las chicas y lleva la charla al territorio de si es posible vivir sin celular e incluso que se pueda vivir mejor sin celular.

El otro pibe que quiere el retorno del celular se queda sin argumentos pero llegan a la conclusión que puede haber un compromiso colectivo que establezca pautas de consumo que no produzcan desastres.

Las personas más grandes sugieren que en sus casas decidieron desconectar el wi fi y guardar los celulares a la hora de la mesa para mirarse a los ojos y escucharse.

En Calchaquí, en un instituto superior, las chicas que están a punto de recibirse de profesoras de primaria cuentan que ya saben que competirán contra robots y la promesa de la irrupción de la IA en todos los lugares.

-Pero no me van a ganar. El futuro que decidimos es ser maestras y los robots no nos van a ganar – dice Aixa, mientras sonríe e insiste en leer, hablar con sus compañeras y escribir de cara al mañana.

En la geografía del ecocidio de La Forestal, la pelea cotidiana de las pibas y los pibes es desigual pero la llevan adelante con lo que tienen y como pueden, sabiendo que del otro lado de las delicias prometidas por las tecnologías puede aparecer un modelo de mayor dependencia y menos libertad.

Aún así la van a pelear porque entre mates y GPT, estas chicas y estos chicos son continuadores de la histórica lucha de un pueblo que todavía busca su inconclusa independencia.

Fuentes: Entrevistas del autor en escuelas, institutos superiores y bibliotecas populares de La Gallareta, Calchaquí, Garabato y Vera, entre el martes 24 y el miércoles 25 de junio de 2025.


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