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Por Sandra Russo
(APE).- “Hay que hacer los planes de estudio más atractivos”, declaró el Presidente del Consejo Provincial de Educación de Neuquén, Roberto Cacault, a la emisora LU-5, cuando fue consultado sobre los altísimos niveles de deserción escolar en el nivel medio. Cada año, con datos fehacientes hasta el 2002 y con un paisaje social que parece haber ido empeorando, 3500 adolescentes del ciclo básico abandonan la escuela.
“Hay que hacer los planes de estudio más atractivos” es una frase que podría haber pronunciado algún rector de los muchos secundarios privados que están haciendo ofertas educativas novedosas. Algunas de ellas van directamente al grano de los intereses juveniles, con planes de estudio que acercan a los chicos a los medios de comunicación, el arte, la ingeniería de sonido, la gestión empresaria o el diseño. Recientemente, en la Capital hasta apareció una escuela secundaria que ofrece como terminal específica... ¡el rock & roll!
Pero ése es otro mundo. El funcionario neuquino no se refería a ese tipo de innovaciones, sino a la reducción del número de materias, que según él podría ayudar a combatir la deserción. “Creo que hay que simplificar los planes de estudio (...), porque en primer año tenemos trece o catorce materias, lo que implica un cambio muy brusco para los egresados de séptimo grado (...). Yo discutiría con los especialistas si vale la pena mantener ese número y esta variedad que tenemos hoy, cuando tal vez concentrando el esfuerzo en materias básicas podríamos ofrecer más calidad, y luego ampliar el panorama en los ciclos superiores”, dijo Calcault.
Sin poner en duda la buena voluntad del funcionario, puede uno sospechar que semejante propuesta corre el riesgo de caer en el mar de inequidad en el que nadan hoy millones de jóvenes argentinos que han crecido sin redes para educarse, y que saldrán al ruedo del mercado laboral sin suficiente capacitación. El sentido común indica que esos chicos neuquinos que cada año desertan de la escuela no lo hacen porque los planes de estudio sean “poco atractivos”, sino porque las carencias de sus padres y la siniestra perspectiva de que un título de bachiller no abrirá ninguna puerta (es que no hay ninguna puerta) los arrastran a encarnar la vieja frase punk de “no hay futuro”.
Así como la educación pública surgió a principios del siglo pasado como una fuente igualadora y democrática, su destrucción fue la llave maestra de este país en el que mientras unos cada vez se instruyen y se perfeccionan más, los otros, la mayoría, van siendo marcados desde niños para ser expulsados del sistema. No será simplificando planes de estudio, quitándoles materias, ofreciéndoles currículas diferenciadas (¿currículas para pobres?) que se comience a reparar el daño que ya se les ha hecho. La única manera de retener a los chicos en la escuela es dándoles una señal clara de que la escuela sirve. Dándoles contención a ellos, dándoles trabajo a sus padres, dándoles garantías de que el esfuerzo tiene un horizonte. Sin capacitación y excelencia, se corre el riesgo de que se le llame educación a una ficción.
Fuente de datos: Diario Río Negro 02-11-04
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