Confieso que no he vivido

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Por Alfredo Grande
(APe).- Confieso que he vivido es un libro que recoge las memorias del poeta chileno Pablo Neruda, publicado por primera vez en la colección «Biblioteca breve» de la editorial Seix Barral, en 1974. Se trata de una obra póstuma, que reúne las impresiones del autor casi hasta el mismo momento de su muerte. En el libro, Neruda hace un recorrido por su trayectoria vital: los fumaderos de opio en Tailandia, la Birmania dominada por los ingleses, sus experiencias con todo tipo de mujeres en todo tipo de situaciones, las conversaciones entre el poeta y Ernesto Che Guevara, sus viajes a México o a la URSS, su consulado en España durante la Segunda República Española y su ardua labor tras el estallido de la Guerra Civil española para salvar de la cárcel y de la muerte a republicanos, anarquistas y todo aquel que fuera oprimido bajo el régimen franquista, embarcándolos en el barco Winnipeg rumbo al exilio. Estos y otros sucesos se recrean con nitidez en la mente del autor.

Wikipedia ahorra tiempo y recuerdos. Pero como en los antiguos diccionarios, uno encontraba aquello que sabía que iba a encontrar. Desde ya, lo encontraba mucho mejor. Pero las búsquedas no eran al azar. Quizá con la excepción de la búsqueda de una palabra para definir un Scrabel... Lo que siempre llevaba a furibundas discusiones sobre la legitimidad de ir a buscar una palabra salvadora de la cual nada se conocía. El pequeño Larousse ilustrado supo de esas batallas verbales que a veces terminaban con un tablero en el piso. No siempre.

Las batallas verdaderas, aquellas que enfrentaban a un mundo injusto cruel, no se jugaban en un tablero de Scrabel. Y un debate atraviesa la historia de los últimos 50 años. ¿Vivir peligrosamente era una forma de vivir por y para la revolución? ¿Toda Patria merece cualquier muerte? Asocio vivir peligrosamente con una forma de vivir con una profunda implicación. Y cuando digo implicación me refiero a vivir inmersos en lo fundante, rechazando el modo convencional encubridor. O sea: las apariencias construidas mediáticamente que organizan lo que denomino el “alucinatorio político social”. Habría que incluir el alucinatorio económico, donde la denominada convertibilidad y el pago de la estafa/deuda externa tienen un merecido lugar entre los primeros.

En términos binarios, que alguna utilidad tienen: estás en la Matrix o salís de la Matrix. A criterio de quien esto escribe, nuestra Matrix va desde el centro, centro derecha, retroprogresismo, derecha liberal y fascismo. En su versión restringida que denomino “fascismo de consorcio y en su versión amplificada. Desde la Triple A (alianza anticomunista asesina, organización criminal sostenida desde el estado) hasta el “macrismo”. Que no es Mauricio Macri, ahora de turismo internacional. Macri es la marca de fábrica, el icono más visible, del fascismo político, cultural y económico. Me niego a llamarlo “neo liberalismo”. El capitalismo financiero, ahora en la plenitud de la uberización laboral, no solamente carece de rostro humano. Está escindido de toda humanidad.

Hace más de 15 años escribí un artículo: “El cuerpo de sílice: de la zona erógena a la zona suicida”; más allá del contenido de verdad de ese texto, el tema es si la escritura, aunque vaya a lo fundante, es lo fundante. Y en este momento puedo decir que siempre he escrito sobre lo fundante para que no se contamine con el convencional encubridor. Pero no he vivido en lo fundante. Hablé y escribí mucho sobre la revolución, pero no concreté demasiados actos revolucionarios. Quizá nunca.

Los que han vivido y “morido” en el enfrentamiento cuerpo a cuerpo y mente a mente seguramente también han escrito. Desde Rodolfo Walsh hasta Paco Urondo. Y muchas otras y muchos otros. Pero no fueron escritos para sobre vivir, sino para vivir en las profundidades de la lucha de clases. El riesgo de vivir es la crónica de una muerte anticipada. Demasiado anticipada. “Viejos” de 30 años caídos en combate o asesinados en la tortura. “Yo muero como viví”, canta nuestro Silvio Rodríguez. Algunos, me temo que yo también, moriremos como sobrevivimos.

No se puede esperar nada bueno de los malos. Pero lamentablemente muchas veces podemos esperar algo malo de los buenos. No acepto que se rotule como “así es la condición humana”. Y menos aún que “así es la vida”. Hay muchas vidas y muchas formas de vivirlas. Mientras esto escribo, sobreviviendo, recibo un wasap de la Gremial de Abogados que están en el sur para acompañar a los mapuches a una mesa de discusión con el Gobierno. Están como consejeros de los mapuches. De Winkul y Kurrache. La gremial de abogados vive. Yo leo el wasap. A eso lo llamo sobrevivir. No le quito dignidad. Incluso tiene cierta valentía. Pero al mejor gato no debemos tomarlo por liebre.

Sostengo que hay víctimas y hay victimarios. Pero las victimas no son pasivas, ni son ingenuas, ni son suicidas. Hay víctimas que han caído “al divino botón” como cantara la guerrillera de la canción que es María Elena Walsh. Pero colocar en la situación de víctimas a combatientes que vivieron para que otro mundo fuera no solamente posible, sino cada vez más probable, es otra estrategia de la cultura represora. No eligieron morir. Eligieron vivir. Pero se negaron a sobrevivir. Lo que consiste en una permanente negociación, no siempre digna, con aquello que criticamos. Se denomina pacto perverso. A dios rogando, y con el mazo dando. En dictadura, lo que es inevitable, pero también en democracia, lo que es lamentable.

Sobrevivir es una forma elegante de no vivir. Y en la matrix que yo denomino cultura represora la diferencia queda bloqueada. Y tan bloqueada que recién con 70 años y más me doy cuenta. He sobrevivido. Por eso me permito confesar que no he vivido.

Edición: 4053

 


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