Luis Medina, tres años después

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Por Carlos Del Frade

(APe).- -La gente de Alvarado lo mató a Luis Medina por orden del Monchi Cantero. Le pagaron hasta 42 mil dólares por semana…

Así dicen las pocas voces informadas en la ex ciudad obrera, tres años después del asesinato por encargo que se cobró la vida de uno de los narcos de más vertiginoso desarrollo en los últimos diez años, que tenía contactos con colegas colombianos, policías, políticos y hasta jueces, según se desprenden de las investigaciones que hasta el día de la fecha, no dieron una respuesta oficial sobre matadores materiales e intelectuales, no solamente de él, sino de su joven pareja, Justina Pérez Castelli, hija del “Baba”, nada menos que sobrino del que iniciara los cargamentos de cocaína hacia Rosario, el entonces jefe del Segundo Cuerpo de Ejército, Leopoldo Fortunato Galtieri.

El “Baba”, Gustavo Pérez Castelli, el primero de abril de 2016 fue acribillado a balazos. Una orden surgida desde algún lado de la provincia de Buenos Aires llegó contra quien había prometido vengar el asesinato de su hija, la compañera de Luis Medina.

Antes, en diciembre de 2015, ya había partido hacia la pampa de arriba el “Oreja” Fernández, un experto sicario, según ese puñado de voces que recorre comisarías, calles, tribunales provinciales y federales. Un hombre de los Alvarado, justamente.

Hay un reciclaje de los gerentes del narcotráfico en las principales regiones de la Argentina pero también hay una memoria de la sangre en esos ex aglomerados urbanos.

Apuntes recientes de las consecuencias de negocios que vienen de muy arriba y, posiblemente, muy lejos.

El 29 de diciembre de 2013, en el año de los 264 homicidios en Rosario, en el año del asesinato de Claudio “Pájaro” Cantero, mítico y legendario ex jefe de Los Monos, la principal organización distribuidora mayorista de cocaína en la provincia de Santa Fe, Entre Ríos, norte de Buenos Aires y otras zonas de Córdoba.

Medina no era uno más. A diferencia de los Cantero, venía de la zona norte, del viejo barrio obrero de Refinería, a pocas cuadras de la cancha de Central.

Algunos años después, ponía cuatro empresas para lavar dinero procedente del narcotráfico: tenía permisos municipales, provinciales y nacionales, sellos que algunos funcionarios colocaron en sus habilitaciones y que todavía nadie investigó, la verdadera huella de la pata política, no la computadora Mac que groseramente fueron a abrir después de conocido el fusilamiento y que, lamentablemente, la llamada oposición política del socialismo gastó meses y meses meneando el tema logrando, como era de esperar, el sobreseimiento de los integrantes del entonces gobierno supuestamente relacionados con la manipulación del artefacto.

Tres años después del asesinato, no hay detenidos ni responsables intelectuales, solamente la leyenda que se agranda en distintos ámbitos.

Cada tanto, como en la llamada megacausa en la que por primera vez caen escribanos, corredores de bolsa y empresarios de medios de comunicación, surgen extrañas figuras que recuerdan sus orígenes en común con Luis Medina.

Sus contactos colombianos también aparecieron en resonantes asesinatos cometidos en Capital Federal y provincia de Buenos Aires.

Hoy, tres años después, el asesinato de Medina sigue impune porque quienes manejaron el fenomenal negocio del narcotráfico en las principales provincias argentinas lo siguen haciendo.

Ahora hay menos crímenes pero son cada vez más selectivos. De lo cuantitativo se pasó a lo cualitativo. Las mafias narcos matan cuando quieren en la ex ciudad portuaria.

Luis Medina es el nombre en el que se cifra una clave para entender el presente, no solamente de Rosario y Santa Fe, sino también de la Argentina.

Por eso sigue impune.

Fuentes: “Ciudad blanca, crónica negra”, del autor de esta nota y “Geografía narco”, también del mismo autor.

Imagen: Omar Gutiérrez - Graham

Edición: 3305

 

 

 


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