Fidel

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(APe).- El era quien llevaba la barba del liderazgo en aquella banda de jóvenes que entró a la mayor de las Antillas para cambiar la vida 57 años atrás. Fueron los niños los que alzaron los ojos para mirarlos, desde los cordones de las veredas y desde la altura de los tacos de sus botas. Eran 600 mil niños sin escuela. 600 mil con el hambre de toda la historia. Analfabetos por la prepotencia del poder. Enfermos sin cama ni vacuna ni vaquitas de San Antonio que les caminaran todos los dedos hasta inventarles un mañana con pan y auroras.

Pasaron 57 años y esos niños se vistieron de la revolución y se la cargaron al hombro. Algunos murieron. Otros tienen los ojos enrojecidos por la ausencia que hoy apareció como un monstruo que brota del mar. Sólo otros niños podrán seguir escribiendo la historia. Sin que la historia caiga a balazos en la espalda o la trunque un filo de navaja. Sólo los niños, los nuevos, los nacidos en la naturalidad de la revolución podrán ser chispas de las nuevas rebeldías, gérmenes de otra revolución, que contenga la vieja, la arme como a un barrilete y le ponga luces e infancia, luchas y brotes de hoy. Así Fidel seguirá llegando, cada uno de enero, a cambiarlo todo. Como los niños hacen estallar lo viejo para nacerlo de nuevo. Por ahí andará entonces la revolución.

Edición: 3278


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