La magia de las paredes

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Por Alfredo Grande

    (Ape).- Un ministro del imposible, del mismo linaje de los que Mario Benedetti interpelaba con su pregunta: “¿de que se ríe?”, sentenció para su eterna desgracia que a la izquierda del kirchnerismo estaba la pared. La nada sutil segregación de los que piensan y actúan no sólo en forma diferente, sino también en forma incompatible con los poderes de turno. Del turno capitalista, se entiende.

Sabemos que mientras el liberalismo llora, el capitalismo ríe. Y en la bacanal de carcajadas, el cruel audio del carnaval del mundo, recetas crueles y perversas se dan la mano y se besan los pies. La que tuvo más resonancia: capitalismo serio + derechos humanos. Inventó un novedoso metarelato, a pesar de que el posmodernismo los había dado por muertos.
Metarelato en tanto pretendió superar los relatos de todas las formas del peronismo, quizás por la dudosa virtud de haber participado en todas. O casi. Las más recientes: el menemismo y el duhaldismo. Supuestamente enterrados con la “nefasta” década perdida de los marrones 90. Pero también sabemos que no hay nada que goce de mejor salud que los muertos que se matan pero no se entierran.

Vivito y asesinando

El capitalismo, como la cigarra, ha muerto muchas veces, pero acá está, vivito y asesinando. Si hay ladrones de cuello blanco, también hay asesinos de camisas grises. La mediocre burocracia asesina con la liviandad mezquina de una firma. O un veto de necesidad y urgencia.

“Votos por aquí, votos por allá,
la izquierda tiene razones que el corazón
represor no entiende”
   
(aforismo implicado)  
 
   

Por supuesto que hay otro metarelato dando vueltas. El “vecinalismo”. Variante de los conservadores populares, cada vez más conservadores y menos populares. El Partido Conservador (de prebendas, privilegios y otras malas yerbas) se recicla cambiando sus nombres, y empeorando sus mañas. En la actualidad de nuestra cultura represora, se lo ha bautizado como “gerenciamiento” y “capacidad de gestión”. Yo prefiero denominarlo “capitalismo en joda sin derechos humanos”. La reina de la plata y la princesa de la corrupción tienen en nuestro Buenos Aires podrido un lugar de privilegio. Además de no dudarlo, estoy completamente seguro que los dos gobiernos sucesivos que siguen con su profecía “deshaciendo Buenos Aires” son causa de muchos sufrimientos, pero también, y es lo que más me importa, efecto de muchísimos desaciertos.

Lo que he llamado “retroprogresismo” con su marca más siniestra, la masacre de Cromagnon, abrió muchas puertas y todas las ventanas para que el fascismo de consorcio se adueñara de la ciudad. Un asesor de imagen, un comunicólogo de espantosa figura elogia la espectacularidad de Hitler y la exquisitez de Stalin. Ni Rosa Luxemburgo ni León Trosky podrían tolerarlo y la verdad que yo tampoco.

Mientras tanto, su asesorado preferido, ingeniero de la triste figura, cesantea a miles de profesionales, devastando aún más los residuos de lo público triturado por la maquinaria estatal. Si los extremos se tocan, los centros se penetran. Centro izquierda y centro derecha son los nombres de la centralidad de las democracias del equilibrio perpetuo. No optaré nunca por el mal menor porque no me resigno a dejar de luchar por el bien mayor. Y esta ciudad que tuvo el primer diputado socialista de América cuando “la Boca mostró los dientes”, sigue esperando al movimiento clasista y popular que la rescate de los secuestradores de cuello blanco y camisas grises.

A la izquierda del kirchnerismo no está la pared, y a la derecha del macrismo están los campos de exterminio. Esa profunda convicción es también la de saber que no es con paredes que se puede enfrentar a los nostálgicos del Führer.
El mayor movimiento popular en la historia argentina, el peronismo, no ha sido inmune a los nostálgicos del franquismo, del fascismo, del nazismo. La sección especial de lucha contra el comunismo con los desagradablemente célebres Lombilla y Moresano, la Alianza Anticomunista Argentina, organizado desde el Ministerio de Bienestar Social comando por el brujo Lopez Rega. Inquisidor miserable, parásito camuflado en los caballos de Troya del movimiento popular. Desde ya con los guiños del General que volvió gracias a todos los que lucharon. Los convocó para decirles en la jeta que eran estúpidos e imberbes. Recordar a veces es no repetir, olvidar siempre es repetir. Con la impunidad de un metarelato triunfante y con la cínica amnesia de las culpabilidades del pasado reciente, un ministro del imposible dice que “la pared es el límite”, confrontando con la más optimista frase de que el verdadero límite es el cielo.

Muro de infinitos lamentos

Lo que la mediocridad ministerial no pudo prevenir, después de todo no se le puede pedir al sordo que escuche ni al ciego que vea, es que hay paredes y paredes. Hay paredes de concreto y acero, muros en los cuales colapsan la dignidad y el coraje. Paredes sobre las cuales se fusilaron valientes o se sepultaron herejes. Paredes del horror y la brutalidad. Todas esas paredes de la crueldad merecen varios muros de infinitos lamentos, tanto es el dolor que la crueldad genera. Pero lo siniestro a veces deja crecer lo maravilloso. La magia de las paredes.
No era a la izquierda de las paredes donde había que buscar el extremo límite del kirchnerismo. Era exactamente lo contrario. El necesario par dialéctico son las paredes de la izquierda. Paredes que comienzan a sostener desde cimientos territoriales construidos durante décadas, el despliegue de un socialismo anticapitalista, anti imperialista y clasista. No voy a referirme explícitamente a victorias partidarias. Creo que hay algo más importante aún.
El metarelato de que es posible un capitalismo serio con derechos humanos y el contra relato de un capitalismo en joda sin derechos humanos, comienza a derrumbarse. No ignoro que quizá más del 70% de la población siga apostando al quini sin revancha de las derechas elitistas y populistas. Poco importa. Las paredes han sido perforadas y se ha pasado el
límite de seguridad para los gendarmes de todas las formas de capitalismo. La cosa “izquierda” se instala no desde el mandato, no desde el desprecio, sino desde el fundante deseo de cientos de miles de trabajadores. Y cuando digo izquierda me refiero a sostener la legitimidad antes que la legalidad.

En todo caso, defender siempre lo legítimo y construir una legalidad que pueda garantizarla. Para la derecha, ese delirio eterno, lo legítimo es solamente lo legal. La Ley es la Razón de Estado, aunque el Estado haya perdido toda razón. El Imperio de la Ley. Incluso la Ley en su pura abstracción absoluta. Por eso se tarda tanto, demasiado, en reglamentarlas. Una diferencia fundante es saber que lo que es un problema para la izquierda, para la derecha es una solución. Por ejemplo, el hambre: resuelve el tema de los precios por acumulación de stock. Por ejemplo: la trata y la prostitución de mercado, resuelven el tema del cepo a las libertades sexuales.
Creo que hay una izquierda peronista, radical, cristiana, socialista, trotskista, anarquista, incluso comunista. Hay linajes diversos, matrices culturales con orígenes distintos que es bueno amalgamar. Una trasversalidad revolucionaria que pueda interpelar a la mas conocida transversalidad reaccionaria tan en boga.
Lo que no creo que sea posible amalgamar es un peronismo de izquierda, un cristianismo de izquierda, un radicalismo de izquierda. Porque en estos casos, la “cosa” ya no es la izquierda, sino que ésta es apenas una cualidad. La identidad principal es una identidad partidaria, religiosa, política. Y defendiendo esa “cosa”, se arrasa con la cualidad. Por eso el yrigoyenismo arrasó a la patagonia rebelde, el lopez reguismo a la patria socialista, el peronismo duhaldista al movimiento piquetero.
La izquierda pasa al olvido y los barones del conurbano y de las ciudades se amurallan en feudos políticos y partidarios, rebosantes de sectarismo, macartismo y cruzadas redentoras que alguna vez pudieron ser causas liberadoras. Hoy la magia de las paredes permite pensar, o al menos soñar, que no solamente otros mundos son posibles. Sino que, para que sigan siendo probables, las izquierdas anti capitalistas, democráticas y clasistas tienen que escuchar ese ruego militante y combativo que proponía a los proletarios del mundo que se unieran. No en la Unidad desde la cual siempre se rivaliza, sino desde la Unión desde la cual siempre se coopera. A la izquierda del Poder, hoy existen uno, dos, tres, muchos poderes. Y es muy, pero muy bueno que así sea. Por eso puedo escribir sobre la magia de las paredes.

Edición: 2571


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