El Bepy XVII

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Por Angel Fichera

(APe).- Hasta hace un corto lapso de tiempo yo vivía en la ignorancia más abyecta. Pero tocado por fuerzas que aún desconozco, o de las cuales tengo apenas una leve sospecha, he adquirido el conocimiento de frases como corto lapso de tiempo, o ignorancia más abyecta, o leve sospecha. En cuestión de días, me atiborré de palabras cuyo significado también desconozco, aunque atraviesen mis cuerdas vocales con la precisión de misiles teledirigidos y resuenen en mis labios de manera inconsciente, como si fuesen el estribillo de una canción pegadiza.

Las frases se van imantando a mi memoria en algún punto magnético del cerebro o simplemente se acumulan de sólo oírlas o, lo más misterioso de todo, parecen provenir del interior de libros que aún no he leído. Cuando abro esos libros y las veo, tengo la sensación de encontrarme ante una figurita repetida, como si en realidad estuviese hojeando un viejo álbum familiar, repleto de ajadas y amarillentas fotografías. Las frases vienen a saludarme, se asoman desde un antiguo baúl de recuerdos y depositan su polvillo de años, envueltas en telarañas. 
Las digo en voz alta y se incorporan a mi léxico como si en toda mi corta vida las hubiese estado farfullando.
Caen con el tono exacto, en el momento justo, otorgándole a mi conversación una fluidez y minuciosidad que asombra en alguien que todavía no es siquiera un muchacho. La única manera de dominarlas es escribiéndolas en mis cuadernos, dejando que se enreden entre los renglones o dándoles formato de cuentos. Allí parecen tranquilizarse. O al menos me dejan de joder por un tiempo.

Edición: 2400


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