Muchas caras y distintas voces

|

Por Carlos del Frade

(APE).- El tesoro estaba en una caja de herramientas. Quizás estaba constituido por pinzas, llaves inglesas, destornilladores varios, algunos alambres infaltables, cintas aislantes y alguna otra cosa más. Ese era, tal vez, el contenido de la caja de herramientas, el tesoro. El objeto del deseo.

 

El camionero le puso un precio a su propiedad: la caja de herramientas bien puede valer una vida o dos. Porque era su tesoro. Alguien, de muchas caras, de distintas voces, le fue diciendo a lo largo de los caminos, las paradas, las desilusiones, el trabajo salteado y mal pago, los ínfimos descansos y las permanentes urgencias, alguien, de muchas caras y distintas voces lo convenció que nadie tiene derecho a quitarle lo poco que tenía. Por eso era capaz de matar. Matar para defender aquello que lo hacía sentirse propietario. Porque el camionero supo, a través de ese alguien siempre presente de muchas caras y distintas voces, que en el mundo de hoy hay que tener algo para ser alguien. Pero primero hay que tener. Y mantener lo que se tiene. Por mínimo que parezca el tesoro que se posea.

Los pibes llegaron al tesoro, a la caja de herramientas, también enviados por alguien de muchas caras y distintas voces que les propuso zafar en lugar de vivir, porque ellos, los chicos exiliados de sus derechos, apenas pueden gambetear las pesadillas cotidianas. A cualquier precio. A cualquier riesgo. Sin poder elegir el presente es necesario soportarlo, fue el mandato de ese alguien de muchas caras y distintas voces. El mismo alguien que los convenció que si no se tiene no se es nadie y que, por lo tanto, hay que obtenerlo de cualquier manera. Tener algo para ser alguien aunque sea un ratito.

Vieron la caja de herramientas y la convirtieron en el tesoro momentáneo para zafar.

Fue entonces que se hizo realidad el hechizo del alguien de muchas caras y distintas voces. El destino marcado: matarse entre los que ocupan la misma tribuna. Entre los que forman parte de las mayorías.

Fue en Rosario, archipiélago que muestra islas de luminoso bienestar y oscuros avatares, cuando en la zona sudoeste el camionero vio a los dos muchachos menores de edad intentando llevarse la caja de herramientas.

El camionero, de 43 años, les disparó con un revólver 32 y mató a uno de ellos. Era el precio que estaba dispuesto a pagar para mantener su tesoro, su caja de herramientas.

Al otro pibe lo detuvo y después lo entregó a integrantes de la seccional 33 de La Santafesina S.A.

La noticia no dice el nombre del camionero asesino ni tampoco revela la identidad de los pibes a quienes hacía rato le robaron la infancia y la libertad de elegir un presente distinto a la profecía de la pesadilla.

Pero el texto periodístico agrega otro dato: no se dice la filiación del camionero “para preservarlo de posibles represalias de familiares del menor muerto”, sostuvieron las fuentes policiales.

Ese alguien de muchas caras y distintas voces es el verdadero asesino, el conjunto de valores culturales y el proceso histórico de acumulación de riquezas en pocas manos que ordena matar y ser matado por casi nada y entre pares, entre vecinos existenciales, habitantes de los mismos barrios sociales. Es el sistema el que manda matar por cualquier propiedad siempre superior a la vida y es el mismo sistema el que condena a miles de pibes a forjar sus vidas de acuerdo a las pautas del consumismo y la ausencia de pasado y futuro.

El tesoro sigue allí. La sangre nueva de un pibe condenado de hacía tiempo fue derramada en su honor. Alguien de muchas caras y distintas voces sonríe con satisfacción.

Fuente de datos: Diario La Voz del Interior - Córdoba 14-11-05

 


Suscribite

Suscribite al boletín semanal de la Agencia.

Sobre la fundación

Fundación Pelota de Trapo nació hace décadas para abrigar de las múltiples intemperies a niñas y niños atravesados por diferentes historias de vulnerabilidad social.

Sobre la agencia

Agencia Pelota de Trapo instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la persona humana solo se cumplen para unos pocos elegidos por la suerte