San Martín, perseguidor de fumadores de porros

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Por Carlos del Frade

(APe).- La pibada, en cualquier barrio de cualquiera de las grandes ciudades argentinas que alguna fueron obreras, no encuentra trabajo con facilidad. En las facultades, cuando se pide que levanten las manos los que tienen trabajo en blanco, menos de la mitad de la muchachada lo hace. En aquellas geografías estragadas de los conurbanos, entonces, el capitalismo se las ingenia para que lleguen sus arterias principales, armas y drogas. El dominio por el territorio, entonces, es la nueva forma de competencia laboral. Los que antes compartían el comedor comunitario y la canchita de fútbol se miran feo y saben que tienen horas donde las policías provinciales no los molestarán mientras desatan la fiereza contra ellos mismos. A veces salen en los medios, pueblan las noticias policiales y poco más. Queda el dolor. La silla vacía en la escuela que ya no está y el recuerdo de las maestras y los maestros que siempre creyeron en ellos.

Viene el estudiado verso oficial.

Largamente planificado y perfeccionado en los últimos treinta años.

Para que haya seguridad, hace falta la presencia de fuerzas de seguridad nacionales.

Los que mal cuidan las fronteras, dicen y hacen creer que cuidarán bien los barrios de las grandes ciudades.

Gendarmes en todos lados.

El 29 de mayo, a cuarenta y nueve años del Cordobazo, doscientos gendarmes llegaron por quinta vez a Rosario en cuatro años. Esto quiere decir que ya fracasaron cuatro veces. Pero el discurso oficial no lo dice, no lo acepta, juega el peligroso fulbito para la tribuna, aplica la demagogia punitiva y celebra la intervención.

Pero ese mismo día, ni la policía provincial ni la gendarmería pueden evitar que el juez Ismael Manfrin, que mandó preso a Los Monos, la principal banda narcocriminal de la ex ciudad obrera, ferroviaria y portuaria, sea baleado en sus dos domicilios anteriores, uno de ellos frente a la comisaría quinta, en pleno corazón del Parque Independencia.

El gobierno provincial sale a decir que fueron “Los Monos”, cuando desde hace dos años predica que ya no existen. Pero ahora sí. Los necesitan activos para marcar a alguien cuando explota esa realidad que las pibadas sufren en ex barrios obreros.

Pero ese mismo día, el presidente de la Nación, el ingeniero Mauricio Macri, hace el anuncio preciso.

Dicen los diarios nacionales que Macri dijo que es necesario que las Fuerzas Armadas "dediquen mayores esfuerzos en la colaboración con otras áreas del Estado, por ejemplo brindando apoyo logístico a las fuerzas de seguridad para cuidar a los argentinos frente a las amenazas y los desafíos actuales, y también contribuyendo con la política exterior".

La ministra de Seguridad traduce: "El Presidente en su discurso habló de apoyo logístico a las fuerzas de seguridad. Para nosotros es bienvenida toda colaboración para cuidar a los argentinos", dijo Patricia Bullrich.

Como en Colombia, Brasil y México. El ejército contra el narcotráfico y por la seguridad. Es el verso aprendido y corregido. El peligroso fulbito para la tribuna, el punto máximo de la demagogia punitiva.

San Martín persiguiendo pibes que fuman un porro.

Si la policía provincial y la gendarmería quedan desbordadas, como demostró el atentado contra el juez Manfrin en la ciudad de Rosario, es necesaria la participación de las fuerzas armadas.

No dicen las voces de los distintos oficialismos que esas intervenciones militares ya llevan miles de desaparecidos en democracia y que los negocios que dijeron combatir se multiplicaron.

La pibada, en tanto, sabe que vienen por ellos.

Que no hay seguridad, sino control social.

Que San Martín, siglo veintiuno, vendrá por ellos.

Víctimas desesperadas que colapsarán las cárceles y que generarán, entonces, el negocio de hacer nuevas cárceles como también, en estos días, dijo el presidente.

Tiempos duros para las pibadas de los barrios de las ex ciudades obreras.

Tiempos duros para las democracias latinoamericanas.

Edición: 3626


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