La inequidad como matriz

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Por Claudia Rafael

(APe).- Lanzan obscenamente millones por los aires y discuten quién pagó a quién y quién llevó tal o cual bolso mientras seis de cada diez argentinos tramitan su dolor cotidiano y cargan la mochila de la carencia como estigma. Para la revista Forbes, 50 grandes empresarios “del país atesoran un patrimonio de 70.000 millones de dólares”. Lejos, muy lejos de sus lujos, en las antípodas, dos millones de argentinos no logran completar la canasta más básica de alimentos.

Unos cuadernos blandos y baratos de más de 60 años de historia, en los que millones de argentinos aprendimos a hacer palotes en la primaria, intentan poner en vilo lo que no lograron los Panama Papers ni los 16.676 millones de dólares transferidos al exterior durante el primer semestre del año o el escándalo de los aportantes truchos. Es el sistémico sostenimiento financiero empresarial del poder que indica rumbos, que demarca caminos y define, más allá de los nombres que van cambiando en sillones y bancas, el destino de un país. Y en ese destino hay ejércitos de desarrapados que van siendo subidos a carromatos de descarte.

El mismo Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA que apenas unos tres años atrás se ganaba fácilmente las tapas de Clarín, La Nación o coberturas enteras en TN o Canal 13 hoy pasa allí sin pena ni gloria y se ubica en el podio de Página12. Y dice por estos días que el tercer trimestre de 2017 tenía una pobreza del 28,7 por ciento. Y que el tercer trimestre de este año llegará al 32 por ciento. Que 6 de cada 10 argentinos tienen “al menos una carencia” y casi 4 de cada 10, dos o más. Que hay dos millones de argentinos que ni siquiera logran cubrir la canasta básica de alimentos. Y que la pobreza estructural no baja del 25 por ciento.
Que casi la mitad de los chicos (más del 48 %) vive en condiciones de pobreza y un tercio de ellos va a comedores.

Pocos recuerdan que en febrero el subte costaba en Buenos Aires 6 pesos. Y ahora va a superar los 12. Que en los trenes la suba fue del 175 por ciento. Y que en septiembre se apunta otro incremento del 25 por ciento para el gas.

Bonadío, el mismo juez que ahora revisa las fotocopias de los Gloria y que en 2001 mató de siete balazos a dos jóvenes con la pistola que llevaba en su cinturón, decía en diciembre de 2015 que tarde o temprano encarcelaría a la mujer que acababa de dejar la presidencia. Son los referentes de un circo de payasos que mueven piezas y acomodan los ladrillos del juego del poder que siempre subsiste. Porque la matriz queda intacta. Porque la base del sistema está enraizada en la inequidad. En los entramados oscuros de las telarañas que arrojan fuera del universo de los incluidos al núcleo de los sobrantes. Los que se hermanan en la base de la pirámide del sistema que tiene en su médula la desigualdad como esqueleto. Que no empezó ayer ni dos años atrás. Sino que repite una historia que ha sido el sostén de un modelo que goza de avances y retrocesos pero que persiste en una misma metodología.

Ayer, una trabajadora judicial, contaba que había tenido que entregar notificaciones en tres fábricas de Avellaneda. Una deja de funcionar; otra, eliminó los viernes y sábados como días de trabajo y cesanteó a los más jóvenes y la tercera, debe apagar las máquinas para eliminar gastos.

Una historia cíclica tan actual como eterna.

Edición: 3683


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