Hermano en la delgada línea roja

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Por Claudia Rafael

(APe).- 18 años.

La masacre ya obtuvo su mayoría de edad. 18 años después se siguen viendo sobre el puente que atraviesa la ex avenida Pavón, a la altura de la estación Darío y Maxi, en Avellaneda, las mismas dos figuras entrelazadas y la misma y exacta frase que marcó la historia.

Sean capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia.

Darío frenando con su diestra a los monstruos uniformados, de carne y hueso, que galopan hacia sus humanidades jóvenes armados de crueldad. Darío con su mano izquierda que pugna por sostener los últimos respiros de Maxi.

18 años de esa escena que perdura congelada para siempre. En un tiempo que no conocía de esta pandemia pero sí de tantas otras. En un tiempo que los vio morir a ambos por los plomos de esa otra pandemia sistémica que históricamente buscó curar con balas y golpes la peste del hambre que no cesa.

Darío y Maxi, 18 años después, como símbolo de lo más bello de la condición humana aún en las circunstancias y los contextos más perversos. El abrazo, el que hoy está vedado. La ternura, ésa que jamás hay que perder –decía el Che- a pesar de endurecerse en los caminos de la necesaria transformación.

18 años después, con una mayoría de edad que amenaza con alcanzarlos a los dos, a Darío y a Maxi y dejarlos niños. Llegará un día, después de todo, en que la masacre sea mayor que sus dos íconos.

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No vi las predicciones del espanto
Que le arrancaba al sueño mi palabra.
En este invierno que pega tan duro
Está lejos tu boca que me ama
Y se me desdibuja en el futuro,
Y junio me arde rojo aquí en la espalda.

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Darío era un constructor. Construyó con barro. Con ladrillos. Construyó con una carretilla y con sus cuadernos plagados de apuntes. Darío construyó empatías y construyó ese instante congelado en el que pugnó por arrancar a Maxi del plomo de los despiadados. Construyó a tantos y puso en pie a su hermano Leo y a su padre y a sus otros hermanos. Y construyó sueños colectivos diseminando semillas en la barriada.

Dice Leo.

“La masacre me hizo entender muchas cosas que él decía, me permitió entender aquella famosa frase del Che “sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo”. Que es algo que Darío transcribía muy seguido en sus apuntes de las reuniones que se vivían por aquellos años de militancia barrial desde el MTD (Movimiento de Trabajadores Desocupados). Y entender que esa frase tenía un sentido y un significado al ver cómo Darío se movió, cómo vivió, cuando resistió primero contra la policía tirando piedras, enfrentándose cara a cara y casi cuerpo a cuerpo contra ellos. Pero que una vez iniciada la represión él también ayudó a compañeros a replegarse, a compañeros heridos, a uno de los heridos de bala de plomo y calmó a otros. Hay audios en los que se escucha su voz calmando compañeros y manejando la retirada. Replegando ante el avance de la represión y él con esa actitud.

“Darío había pasado de largo ese 26 la estación. Sin embargo, volvió. Cuando entré y una vez que me pude pasar limón en los ojos y ver un poco más, vi a Darío socorriendo a Maxi. Y diciéndonos que nos fuéramos. Pero él se quedó, con una persona que no conocía poniendo en práctica la frase del Che…”

Salí con las razones de la fiebre
Y una tristeza absurda como el hambre,
Y cuando en el corazón la sangre hierve
Es de esperar que se derrame sangre.

Dice Leo.

“Me permitió rearmar tantas cosas en mi cabeza encontrar su cuaderno de apuntes y ver que esa frase del Che tenía un significado concreto. ´Contra cualquiera´, dice la frase. Y él se quedó hasta el final. La noche del 25 de junio, en la reunión de seguridad, él ya había dicho que iban a empezar a matar compañeros. Y aun así, sabiendo todo esto, cuando ve la represión vuelve y lo socorre a Maxi y nos alienta a todos a que nos fuéramos. Y me hizo entender que frases que parecen cosas sueltas no lo son. Entonces fue empezar a indagar sobre otras cosas. Esta necesidad de acompañar al que sufre. A mí me tocó perder a mi hermano y fue muy duro. Yo tenía 17 años cuando lo mataron. Me costó mucho porque me venía sobreponiendo de la muerte de mi vieja. Y estando con él era diferente. Yo andaba como bola sin manija por la vida y él me hizo bien”.

Hermano en la delgada línea roja
que te me fuiste dos minutos antes
con la indiscreta muerte que en tu boca
entraba en cada casa con tu imagen.
Yo estaba junto a vos sobre tu grito
besándote feroz la indigna muerte
mientras te ibas volando al infinito
fulgor de la mañana indiferente...

Dice Leo.

“La masacre, la muerte de mi hermano, nos movió a apoyar a tanta gente que sufre, que es víctima de causas armadas, de gatillo fácil. Todo esto nos cuesta mucho y nos llevó por años a guardarnos tantas cosas emocionales y mantener la coraza. Yo tengo 36 años y de repente me encuentro tratando de usted a tanta gente más chica que yo y tal vez sea porque en algún lugar de mí mismo siento que sigo teniendo aquellos 17 años porque me quedé como ahí, cuando mataron a mi hermano. Y quizás tiene que ver con ese modelo patriarcal que nos obliga a mantenernos duros y firmes, con fortaleza permanente.

“Que mi hermano me haya querido tanto, que me haya querido cuidar, que me haya enseñado que la vida tenía otro sentido que el de estar haciendo nada en una esquina y compartí momentos con él y conocí la militancia, lo que es luchar y tener la oportunidad de ser mejor persona de lo que fui”.

Mi extenso corazón es una ofrenda
que pierde sangre en esta calle cruda.
Yo tengo un nombre rojo de piquete
y un apellido muerto de veinte años,
y encima las miradas insolentes
de los perros oscuros del cadalso.

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18 años después. 26 de junio. Ya padre, él es una de las semillas regadas por su propio hermano.

Dice Leo:

“Es muy raro este junio. La pandemia, el trabajo que hacemos con los vecinos que están restringidos de salir a trabajar y llevar el mango a su casa. Como en cada momento de crisis que sufrimos desde que existimos. Tenemos 20 años como organización. Y una vez más estamos luchando contra la crisis económica y la crisis humana que genera la pandemia. Y si bien hay que preservarse no podemos permitirnos olvidarnos de las otras, de los otros.

“Pero vuelve también a ser otro junio cargado de impunidad porque vuelven a estar en el poder varios de los responsables. Aníbal Fernández, como interventor de los yacimientos de Río Turbio; Felipe Solá, como canciller; Duhalde, como asesor del gobierno… Y es indignante ver que quien fue gobernador durante la masacre de 2002, cuando Nora Cortiñas lo llamó para saber qué había pasado él le contestó que se quedara tranquila que era una guerra de pobres contra pobres”.

Aunque me arrastren rojo en las veredas
con una flor abierta a sangre fría.
Hoy necesito un canto piquetero
que me devuelva la voz silenciada,
que me abra por la noche algún sendero
pa' que vuelva mi vida enamorada... (*)

(*) Extractos de Junio, el poema (hecho canción) de Jorge Fandermole. Clickear acá para escucharla

Edición: 4033


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