Fascismo universal

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Por Alfredo Grande
      (APe).- En algunas décadas lejanas, y en una galaxia cercana, era habitual la clasificación entre fascismos de derecha y fascismos de izquierda. Somoza y Fidel Castro. Ahora me doy cuenta de que fue una anticipación de la teoría de los dos demonios. La cultura represora en forma simultánea admitía el fascismo como algo “malo”, pero introducía que también había “malos” a la izquierda. Eran los tiempos de la guerra fría. En la ilusión/alucinación de la derrota del nazismo, emergían las democracias occidentales como garantes de la libertad, alguna igualdad, sostenidas en formas clasistas de la fraternidad.

La declaración universal de los derechos humanos es el paradigma de las clases dirigentes que intentaban exorcizar los resabios de la devastación nazi. A la que por otra parte habían contribuido a crear.

La impunidad con la que la fuerza aérea de Franco, el generalísimo, bombardeó el pueblo vasco de Guernica, anticipó la co-autoría de las democracias del bien con los totalitarismos del mal. Si un fascista es un liberal asustado, es justo decir que la desaparición del fascismo del escenario se debe a que los liberales están menos asustados que antes.

Desaparecido el socialismo real, o sea el comunismo de estado, hundimiento del bloque soviético, etc., podemos decir que en el capitalismo mundial integrado tampoco se pone el sol.

El fin de la historia que anticipara Fukuyama, como todo delirio, tiene su núcleo de verdad. Es el fin de la historia de la lucha de clases entre burgueses y proletarios. Ahora no hay lucha, hay acuerdos, consensos, sonrisas, entre empresarios y meritócratas. La idea de lucha es vital. Por eso siempre digo que sólo saben los que luchan. Y agrego: sólo viven por deseo los que luchan.

La inmensa mayoría de precarizados, apenas sobreviven por mandato. Mandatos medievales encubiertos de modernización. La revolución de la alegría arrasada por la contra revolución de la desesperación. Por eso cuando ahora re aparece la idea del fascismo, es importante pensar porque hemos sido tan refractarios a aceptarlo. Acuerdo que hay un peligro en banalizar, frivolizar, superficializar cualquier concepto. Tortura es un ejemplo.

En el Encuentro de Profesionales contra la Tortura, del cual soy uno de sus fundadores, estamos debatiendo para impedir reduccionismos que acoten demasiado, y también amplificaciones que hagan que su escencia quede desvirtuada. Por eso es bueno señalar que hay una derecha no fascista, que incluso puede sostener algunas de las garantías constitucionales. Esa derecha no fascista está en permanente equilibrio inestable. Recordemos la “bordaberrización”, cuando en Uruguay el Estado organizó un auto golpe.

El decreto de extensión de dominio, más allá de que apenas será de la “extensión del dominio de los otros”, porque el dominio de los propios no tendrá extensión. Se mantendrá su intención que no es otra que el saqueo permanente. Si gobernar es saquear, estafar, robar y asesinar, sólo los que tienen sangre tibia podrán llamar a esa forma de gobierno democracia.

A pesar de eso, no pocos ni pocas tienen resistencia a denominar fascismo a ciertas formas de ejercicio del poder. Creo que vale la pena y también vale la estrategia futura, pensar estas formas de fascismo en la actualidad. Denominar neo liberalismo me parece benévolo. Y encubridor. Alguna vez escribí que “mientras el liberalismo llora, el capitalismo ríe”.

La profecía de un capitalismo serio con derechos humanos, ya se había derrumbado mucho antes de que Daniel el Tranquilo sucumbiera ante la ola amarilla. Podrán garantizarse algunos derechos humanos, incluso ampliarse, pero el capitalismo nunca duerme. Y es el máximo gendarme de la violación sistemática de los derechos humanos.

Por eso intento pensar el concepto de Fascismo Universal. Es la forma jurídica, económica y política que toma la cultura represora en los tiempos de la equivalencia general planetaria del gran capital. Su lema fundador del fascismo universal es: “solución final”. Puede haber diversas formas de soluciones de acuerdos a los avances tecnológicos.

Pero lo importante para el fascismo universal es que sea final. Y acá volvemos al final de la historia. Incluso de la historia de la humanidad de carbono, desplazada por la humanidad de sílice. Algunos llaman a esto inteligencia artificial. Llamo fascismo universal a toda política que tenga como objetivo la planificación sistemática de la miseria y de la muerte. Los saqueos y asesinatos como políticas de Estado. Ese fascismo tiene su propio derrame, en los vínculos, los grupos y los colectivos.

No se trata entonces de fascismos de izquierda y de derecha. A mi criterio, de lo que se trata es de estar advertidos de que la cultura represora se cultiva siempre, incluso en las organizaciones que tienen como objetivo la lucha contra la cultura represora. En los vínculos: crueldad de género y femicidio, maltrato escolar y laboral; en los grupos: manadas, hordas, uno para uno y palos para todos; en los colectivos: pasaje de la asimetría a la jerarquía; de la conciencia de clase a la masa artificial; del reconocimiento de ciertos dirigentes y referentes, a la idealización mesiánica.

En estos casos se observa ausencia absoluta de la capacidad crítica y autocrítica. El fascismo universal es macro y es micro. Se expande hacia afuera y se infiltra hacia adentro. Hay portadores enfermos, pero hay demasiado portadores sanos. Hoy Venezuela es el objetivo del fascismo universal.

Cuando el gendarme de ese fascismo universal apoya al “presidente, tutor o encargado”, no deja lugar a ninguna duda, hacia donde debe dirigirse el apoyo. El socialismo del siglo XXI, como en su momento “la vía pacífica al socialismo” que el presidente coraje Salvador Allende quiso para su amado Chile, están condenados por todos los organismos del fascismo universal. Desde la CIA al FMI.

Laura Tafettani en su último trabajo escribe sobre “La idea maldita”. El fascismo universal es otra idea maldita, que por supuesto va criando multiplicidad de ideas malditas que lo perpetúan. Esas ideas malditas solo podrán ser subvertidas cuando las odiemos. Sin odio no hay lucha contra los enemigos, sin amor no hay construcción con los amigos.

En mi libro “Cultura represora: de la queja al combate” hay tres capítulos donde describo lo que denominé “fascismo de consorcio”. Pero ese fascismo de consorcio, parido con el triunfo del PRO en la ciudad de Buenos Aires, ha extendido sus garras. No podrá ser enfrentado por unidades oportunistas, marketineras, profundamente hipócritas y absolutamente cómplices.

Nuestro reino no es del mundo electoral. Nuestro reino es el de las luchas colectivas contra todas las formas del fascismo universal.
La memoria histórica de Luciano Arruga, el recuerdo permanente de la masacre de Cromañón, sostener la marcha federal contra el gatillo fácil, el asesinato exprés. Si no luchamos por todo, tenemos el riesgo de triunfar en nada.

Edición: 3807

 


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