Enemigos visibles

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Por Alfredo Grande

(APe).- De lo poco y mucho que aprendí de León Rozitchner, hay un fundante que me parece importante compartir. Decía que las 4 cuestiones fundantes son: el origen, el destino, el tránsito de uno al otro y el sentido de la historia. Agrego que a estas cuestiones hay multiplicidad de respuestas. Todas marcadas por la implicación teórica, política y ética de quien responde.

El sentido común es el más reaccionario de los sentidos. Por la razón, quizá no tan sencilla, de que lo común es aquello que es evidente. Es lo obvio. Lo que está al alcance de la mano y de la mente. Los pensadores que fueron bisagra perforaron el sentido común. Marx, Freud, Spinoza, Einstein, Bertrand Russell, Galileo Galilei, Jesús de Nazaret, Eva Perón, Marie Curie, Juana de Arco, Pasteur. El feminismo aportaría muchos nombres que ignoro. Esta enumeración es groseramente insuficiente. Pero no es un listado, sino apenas para ilustrar. Y el sentido común siempre los combatió, los persiguió y, en muchas ocasiones, los asesinó. En la actualidad del neoliberalismo posmodernista, el sentido común se monta en el fin de la historia. Obviamente, de la historia revolucionaria. Y acertaron.

Tanto es así, que el presidente de todos los argentinos, dijo ante un imperturbable Laje, que el tema no es capitalismo versus comunismo. Sino Estado Ético versus Estado Ausente. El sentido común no puede prescindir del Estado. Pero no de cualquier Estado. Muy especialmente de aquel que pueda soldar tres ideas del sentido común: Estado, Nación y Patria. Por eso a las 21 se canta el Himno Nacional.

Si fuera tan valiente como ocurrente, pondría a las 21.30 a todo volumen La Internacional. Entre otras cosas, porque la pandemia es otro de los daños colaterales y frontales del modo de producción capitalista. Mega producción y eliminación permanente de mano de obra. O sea: desocupación estructural. La palabra estructural también forma parte del sentido común. Por eso igualar al aislamiento social preventivo y obligatorio como la única vacuna, ponderar las ventajas de la encerrona, que como enseñó Ulloa, siempre es trágica, idealizar las ventajas de las nuevas intimidades y afinidades en la familia, forma parte de la construcción del sentido común de la cuarentena. Aislarse es cuidarse es un reduccionismo letal.

La cuarentena es un mandato que tiene un fundamente racional. Pero no deja de ser mandato. O sea: lo más opuesto al deseo. La cultura represora logra que los mandatos sean sentidos como deseos propios. Es lo que denominamos “el deseo del mandato”. Nadie desea la cuarentena. La necesitamos. Pero no la deseamos. Y no recomiendo ser indiferente a esa diferencia. Esa diferencia se llama frustración. Y la frustración genera agresión. Que puede explotar como violentación o implotar, como culpa. La tormenta perfecta.

Organizaciones como la Fundación Pelota de Trapo, la cooperativa Ático y tantas otras, han hecho de los vínculos cercanos, presenciales, la razón de la vida digna. Insisto: el aislamiento preventivo para impedir la propagación de la epidemia, es un factor patógeno. O sea: el aislamiento enferma. Y los vínculos virtuales, las redes sociales, las plataformas de chat, son para clase media para arriba. Aunque el covid 19 no lo sepa, (tampoco queda claro si es un organismo vivo o no) la lucha de clases se actualiza entre los que disponemos de la tecnología que permite restituir la dimensión vincular, y entre los que no tienen acceso alguno a esas opciones. Y digo restituir, porque lo virtual es la forma, pero no el fondo. Nadie besa la pantalla de su computadora. Lo virtual, incluso la realidad virtual, puede amplificar lo presencial, pero no reemplazarlo.

Cuando eso suceda, el sentido común dirá que la cuarentena, el aislamiento, el encierro, es la mejor vida posible. Incluso la única. Con el reforzamiento de la culpabilización y la estigmatización de algunos individuos. Con una virulencia que en la época de la dictadura cívica militar nunca se expresó. Porque fue la indiferencia de las grandes mayorías que facilitó que las pequeñas minorías masacraran con prisa y sin pausa. Recordemos la “campaña anti argentina en el exterior” y en el cartelito “los argentinos somos derechos y humanos”. Incluyendo el mundial 78 y la guerra de las Malvinas.

El sentido común dirá que nada tiene eso que ver, y que el absoluto mal es una tabla de surf o un vecino que va a comprar algo para comer. Pero todo tiene que ver con todo y la peor cuarentena es la mental. Aislarse puede ser cuidarse.
Pero pensar es cuidarse mejor. La lógica militar nada tiene que ver con la lógica sanitaria. ¿Ramón Carrillo o Sergio Berni?

El sentido común las ha mezclado como en los más importantes cambalaches de la historia. El policía agrediendo a dos jóvenes, con un tono intimidatorio y amenazante, es un carancho que hace invierno. Estemos alertas, aislados pero alertas, de no salir de la cuarentena para encontrarnos con una nueva edad media en la historia. En una cultura no represora no hay antinomia entre economía, política y la vida y la salud. Insisto: el aislamiento necesario tiene efectos devastadores sobre la subjetividad. Individual, vincular, familiar, grupal.

La Argentina si está unida, es sólo por el espanto. Los enemigos visibles de ayer, siguen siendo los enemigos visibles de hoy. Y de mañana. El mejor cuidado es no olvidarlo.

Pintura: El telón, Salvador Dalí

Edición: 3966


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