Una bala narco para Andrés

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Por Silvana Melo
(APe).- Roba autos, los corta, vende paco como caramelos, decían todos. El vecino de Andrés tenía un oficio conocido y compartido por un ramillete de secuaces. Y seguramente liberado en la zona por el brazo armado del estado. Andrés agoniza, con las piernitas paralizadas, en el hospital Ramón Carrillo de San Justo. Tiene apenas 13 años y la bala narco que le entró por la axila en la tardecita del 19 de febrero tiene una multiplicidad de responsables que apretaron gatillos. La impunidad que se pasea como patriarca minotauro por las calles del conurbano se calza y se saca uniforme, se sube a un auto de alta gama, construye y destruye una casa en horas, dispara, mata y no paga, aparece y desaparece cuando es necesario.

Andrés construía una pared con su papá en la tardecita de un miércoles en Rafael Castillo. Le alcanzaba los ladrillos cuando se escucharon los tiros. Los sicarios apuntaron al vecino. Pero una bala escapó y tomó decisiones en consonancia con la desidia de las instituciones: salió de la riña narco y atrapó a un niño, a un pibe de trece, nacido y criándose en la inmensidad de La Matanza, en una tierra injusta y desigual, donde la infancia está condenada a la pobreza, al anzuelo del transa, a la policía que invita y el que no acepta que se la aguante, a la escuela que hace lo que puede y lo que no se encarga el puntero y la esquina y el faso y la noche baldía que se viene cuando se empieza a crecer.

Pero Andrés cayó el 19 con una bala entre narcos que iba para el vecino que al otro día se fue y era como si no hubiera estado nunca en la casa de al lado. La vendió en minutos y en horas estaba ocupada por otros pero Andrés está luchando por su vida pequeña en el Hospital de San Justo. Mientras los caños de donde salieron las balas ya vuelan por otros destinos y los secuaces y los encubridores y los cómplices institucionales como si nada.

Andrés perdió un pulmón, el bazo y no puede mover sus piernas.

Esta tierra perdió esperanzas hace tiempo. Se derramaron como la sangre de tanta infancia. En esta tierra se anda caminando para recobrarlas. Como a las piernas de Andrés. Como a las alas del piberío anónimo que sobrevive a tanta vecindad atroz.

Edición: 3947


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