Del palo del carabinero al gatillo fácil de Gualeguaychú

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Por Carlos del Frade

(APe).- Del otro lado de la cordillera llegan las postales de la continuidad de la guerra contra las pibas y los pibes. Allí está la foto del carabinero buscando partirle la cabeza a un chico que gambetea el palazo. Allí la síntesis del sistema: domesticar a la pibada para que no cuestione, no critique, no revolucione.

El palo que busca romperle la cabeza al niño chileno está manejado por la cultura impuesta a favor de unos pocos, muy pocos.

Ese carabinero se repite en distintas geografías.

En la hermosa Gualeguaychú, en la provincia de los verdes y el viejo sueño artiguista, en Entre Ríos, hubo una marcha a favor del agente de policía Mauricio Gómez.

La gente que se movilizó lo premiaba por haberle disparado un balazo en la nuca a Iván Pérez que solamente tenía 24 años.

El palo del carabinero, la pistola oficial del policía entrerriano, son las herramientas del sistema, las que revitalizan la guerra contra la pibada en estos estragados pero siempre vivos arrabales del cosmos.

La marcha en Gualeguaychú pidió por la libertad del policía.

-Este no es un hecho aislado, se da en un contexto de cultura institucional, de habilitación de prácticas autoritarias de parte de dirigentes políticos de nivel nacional – dijo el querido y luminoso Matías Ayastuy, uno de los hijos del matrimonio de militantes revolucionarios, Marta y Jorge, hoy desaparecidos. Matías es hoy secretario de Derechos Humanos de su querida ciudad entrerriana, en cuyas calles, durante muchos años y en soledad, Aurora Fracarolli, la más bella mujer de esa tierra misteriosa, enarbolaba el pañuelo de la dignidad del cielo blanco de las Madres de la Plaza.

Pero así funciona la guerra contra la pibada.

Atraviesa geografías que son capaces de memorias y, por lo tanto, de rebeldías y dignidades.

Dicen los medios de comunicación que Gómez, el policía entrerriano, “tenía el antecedente de una condena por “vejámenes”, en un juicio abreviado, porque había golpeado a un joven durante el festejo de los carnavales, en febrero de 2016. La golpiza fue porque la víctima había saltado las vallas que separan al público de la pasarela por donde desfilan las comparsas. “Por sus antecedentes, el policía tenía que haber sido separado de la fuerza, pero seguía haciendo tareas, aparentemente sin cobrar sueldo”, remarcan las crónicas.

Iván fue perseguido por el agente Gómez y otro policía. Estaban en las calles del barrio Molinari.

Hasta que Gómez decidió terminar con el trámite tal como le mandaba su instinto entrenado por el sistema.

Iván no tenía armas.

La bala entró por la nuca.

El proyectil partió del arma reglamentaria de Gómez, según dijeron los peritos balísticos de Gendarmería.

La marcha, según sostuvo Ayastuy, fue convocada por “gente muy cercana a las fuerzas de seguridad en una búsqueda de enfrentamiento virtual” a través de las redes sociales.

El palo del carabinero y el gatillo fácil del policía de Gualeguaychú forman parte de la permanente guerra contra la pibada.

Sin embargo allí están las chicas y los chicos.

En Chile, pisando las calles nuevamente y en la tierra de los verdes infinitos, haciéndoles saber a los supuestamente dueños de todas las cosas que la pibada no se rinde y que algún día los más les ganarán a los que son menos.

Fuente: Diario “Página/12”, 13 de octubre de 2019. “Marta y Jorge, un amor revolucionario”, del autor de esta nota.

Edición: 3972


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