Sheila, sin ojalá

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Por Silvana Melo

(APe).- Y fue Sheila y es Sheila otra piba tirada a la basura, estragada y muerta, arrollada y atada, puesta en una bolsa negra, precintada como ese futuro que quedó en el camino, desalojada del vientre de esta vida porque era Sheila una velita en la tempestad sistémica, un corderito en la masacre de la condición humana. Y Sheila no tuvo ojalá, no tuvo más que castigo por la propia furia de sus lobos, por ser pequeña y flaca como la esperanza que un día se fractura y no hay férula que la sostenga. No tuvo ojalá ni utopía ni deseo de mañana Sheila, mordida por los lobos cercanos, devorada por predadores de su sangre, hecha residuo y tirada en bolsa a la basura, como se arroja lo que sobra, lo que fastidia, lo que le coloca una cereza brillante a esta vida mustia y desgarrada.

Sheila no tuvo ojalá porque vino a una familia quebrada de origen, porque huyó de su madre con sus tres hermanos, con huellas de maltrato y de hambre, casi sin escuela ni mimos, viendo a su hermano de 11 pelear por monedas para comer, viéndose ella misma a los 10 con los dientes picados, sin leer de corrido y detenida en un tiempo donde se cruzó al futuro con faja de clausura.

Sheila no tuvo ojalá porque nadie la vio.

No la vieron sola y martirizada, no la vieron cambiar de lobo hacia una casa paterna donde la vecindad era la mismísima muerte. No la vieron en el asentamiento donde intentaba construirse como persona, en un terreno tomado, con bloques apilados como casa.

A Sheila no la vieron antes de que la foto apareciera en los medios y la usara la tele para escandalizar y los otros lobos se babearan pensando a qué cámara le tocaría encontrar el cuerpito pequeño, desangelado, apretado dentro de una bolsa donde apenas entraba como basura, comprimida en sus huesitos porque ni ahí había suficiente lugar para ella.

Sheila no tuvo ojalá porque tenía padres, tíos, lobos propios en su mínimo territorio donde los predadores la hicieron su presa desde el principio. Sheila no tuvo ojalá porque cayó en el mundo donde muchos están condenados de origen, junto con sus lobos y los corderos que los acompañan al sacrificio. Donde esos muchos están jugados, perdieron desde antes del juego, están vacíos de sentido, expulsados del lugar donde se vive. Allí donde nadie ve ni salva. Donde el Estado armó su guetto de exiliados. Donde el sistema los apila para no verlos. Y que se depuren entre ellos como sutil pena de muerte.

Como Sheila. Ya sin ojalá

Edición: 3729

 

 


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